La
noche
se
le vino encima
al
inmóvil insecto.
De
nada le sirvió
prender
y apagar
muchas
veces la luz.
Filarmónica:
todos
de negro
menos
su música.
Entre
neblina
guayacanes
lilas
florecidos.
¡Perfecto!
En la
misma
rama, leopardo
y
mariposa.
Nada
real. Es bello
dejarse
engañar
por
el amanecer.
Igual
de inútiles
preguntas
y respuestas:
todo
se desvanece.
Ningún
secreto
entre
la neblina
y
la montaña.
Y
sigue buscando,
el
hambreado perro
en
la bolsa vacía.
¡Mi
religión?
el
rocío en la hoja
mientras
se evapora.
¿Quién
podrá mentir
bajo
la fragancia
del
eucalipto?
¡Qué
bien coloreó
estas
frutas el sol
de
la madrugada.
Cayeron
juntos
el
fruto maduro
y
el pájaro herido.
En
la noche
igual
de hermosos anturios
frescos y marchitos.
En
el salón, las voces
de
los niños. Afuera,
el
silencio del pino.
Con
tinta china
dibuja
la noche
ramas
en la oscuridad.
Subo
al árbol
rama
tras rama. Bajo,
rama
tras rama.
¿Qué
culpa tiene
de
mi tristeza la hoja
en
blanco?
Soledad.
Cómo entender
pequeño
grillo,
tu
lenguaje.
Duermo.
Desaparece
el
paisaje. Un pájaro
canta
con insistencia.
De
la teja al suelo
traza
pentagramas
el
invierno.
Polen
sobre la tierra.
Noticia
de
lejana floresta.
Se
termina el bosque
al
insecto si llega
al
borde de la hoja.
Veinte
años sin verla.
Hoy,
la sucia quebrada
¡Qué
transparente!
Mejor
que escribirles
poemas,
echarle
agua
a las plantas.
LINDOS!!
ResponderEliminarMaravilloso volver a leer la intimidad de tu poesía.
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