martes, 16 de abril de 2019

Liubanofismo en el microrrelato


Liubanofismo en el microrrelato




Explica Max Picard: “No es posible representarse un mundo donde solo exista la palabra, pero sí podemos representarnos un mundo en el cual solo exista el silencio”. 

La representación gráfica y escritural de ese ámbito narrativo que, sin eludir por completo la palabra, utiliza el mínimo de estas como señales de cuanto acontece a pesar del silencio, o la inexistencia de señales concretas, es elemento básico del subgénero que denomino Liubanofismo narrativo. El conde Fedia Liubanoff fue un personaje inventado por el escritor Giovanni Papini, en su vigente libro Gog, quien con grumosos argumentos poéticos, en el capítulo titulado La industria de la poesía, presenta a Gog un libro de poemas compuesto solo por títulos, máxima decantación de la página, donde emergen individuales perspectivas que el lector tiene del mundo al cual se asoma con la lectura. Dos silencios semejantes avivando diferentes emociones: el silencio premeditado del narrador, facilitando un mínimo de palabras para que nos relatemos la historia sugerida. Colma de rutas interpretativas al lector al no delinearle derroteros de lectura o comprensión. Es el silencio inicial. Y el silencio del lector, encontrando espacios vacíos, sin palabras ni señales, no solo para atender sugerencias del narrador y observar hacia donde este señala sino para construir, también, otro universo. Ambos silencios originan el esencial: la historia no contada que puede quedarse solo en el título. O en palabras iniciales cuya estructura son los vocablos conclusivos. Si su proliferación condiciona al lector para que acepte cuanto se le relata o no se le dice, o se le dice poco y solo se le barrunta cuanto se relatará y sin embargo no se describe, induce a este a fantasear sus propios universos. “Ha pasado un ángel”, es el místico dicho entre personas que dialogan y de improviso les sobreviene un intervalo de silencio. Este tipo de microrrelatos, con características de broma al lector, facilismo narrativo o juego frívolo, para muchos narradores es un creativo ejercicio literario de narratividad sintética, no descartable como sugestivo recurso cuentístico. En su libro Signos, para Merleau-Ponty “tenemos que considerar la palabra antes de ser pronunciada, ese fondo de silencios que siempre la rodea y sin el que no diría nada; desvelar los hilos de silencio entrelazados con ella”. Los lectores lo son de palabras y silencios, interrupciones, sombras y penumbras, espacios en blanco o negro. En el liubanofismo, a partir del enunciado, del título o del signo, se develan otros hilos del relato no imaginados por el autor del texto. Dijo Plutarco: “Nunca una palabra pronunciada ha prestado tantos servicios como, en muchas ocasiones, una palabra que se ha sabido retener”. Un microrrelato de naturaleza liubanofista contiene de cero a 20 palabras. Necrofilia.- Todavía no encuentro la mujer ideal…

sábado, 23 de marzo de 2019

Sangre tanta sangre

Sangre tanta sangre




El color ensangrentado. Cualquiera de los tonos que representan la sangre. No la sangre que es vida sino la sangre por donde los colombianos navegaron y seguimos levando anclas hacia la guerra. Naciste entre sangre desaguada por cualquier razón. Te arrullaron, bebé, con cantilenas dolorosas de la sangre que salta y que cae, que chorrea y rebota, que gira por la derecha, por la izquierda, por el centro, te adormecieron, anciano. Sangre catarata y manantial y gota, por cualquier orilla escarlata. Sangre desde la escuela, donde te enseñaron sus denominaciones patrióticas o antipatrióticas. Espectáculos donde los animales contribuyen con la suya para que las fiestas continúen empapadas con sangre. Se le dan nombres religiosos, políticos, sociales y económicos para enfatizarle o degradarle, a la sangre, su ominoso sabor. Licenciaturas en sangre. Doctorados en sangre. Poetas y pintores de la sangre. Músicos de la sangre. Abogados de la sangre. ¿Jesucristo  derramó la suya por ti? Los colombianos debaten, padres de la patria, no para evitar derramamientos de sangre sino para exigirlos en nombre de intereses ideológicos y doctrinas económicas. Los ideales de vida sangran por toda hendidura. Tantos verdes en Colombia, teñidos con rojo. Incontables azules convertidos en rojos. Nos inunda la sangre ajena y pensamos solo en construir embarcaciones quebradizas para navegar los pantanos de sangre, las marismas de sangre, los piélagos de sangre. Sangramos y nos sangran.  Tantas lágrimas rojas. Tanto sudor rojo. Bramidos rojos que sangran. Millones de colombianos murieron creyendo que esa sangre vertida era normal. Otros, reservistas entrenados para derramar su sangre o la ajena, esperan el  siniestro llamado celebrando vanos heroísmos, para derramar la suya o la ajena hasta morir sangrando porque creen cumplir con su deber. Ningún rótulo justifica derramar la sangre propia o ajena. ¿Tus  virtudes deben teñirse de rojo para ser virtudes?  ¿Qué tanto saben a sangre tus inmoralidades o ideales? Pensamientos y emociones que solo riman con sangre. ¿Si no hay sangre no hay valentía? Sangre como corolario de cualquier pensamiento.  De acuerdo, Federico, yo tampoco quiero verla, “…que no hay cáliz que la contenga,/ que no hay golondrinas que se la beban,/ no hay escarcha de luz que la enfríe,/ no hay canto ni diluvio de azucenas, /no hay cristal que la cubra de plata”.

sábado, 16 de marzo de 2019

Briznas que señalan

Briznas que señalan


Un rostro en un árbol. Mirándome directo junto a la piedra igual de verde y maciza que en el sueño. Javier y Luz Estela, propietarios del Ecoparque, se inquietaron cuando al atardecer me dirigí solo hacia el frondoso sitio acolchado por millares de hojas secas. La benévola Estela, me sugirió llevar linterna para mi regreso. Allí percibí la razón del poema. Todas las espigas de yerba que encuentro en mi camino, señalan hacia arriba. Gruesas o delgadas, de cualquier color, a veces con ligeros perfumes, son señales naturales de tránsito hacia trasluces del aire que, si las observas, viajas seguro hacia regiones poco usuales de la poesía y la espiritualidad. Si por prisa o apatía las ignoras, te pierdes ámbitos del paisaje que, de otras maneras, no se te revelan. He visto hebras vegetales señalándome un imperceptible petirrojo sobre la rama del cedro. He recibido bendiciones de traslúcidos hilos de yerba, mostrándome signos y gestos con que el paisaje enuncia su unidad con el hombre. Solo miro hacia donde señalan y nada más. Una espiga de yerba cuyo nombre ignoro, me dio la correcta dirección para descubrir el árbol donde me esperaba el rostro visto en el sueño. Hay variedades de aves y mariposas, de espíritus de la tierra, del agua y del aire, que no se dejan ver, sino es mediante la indicación proporcionada por algún filamento de yerba, revelando el sitio donde aquellas construyen sus nidos y estos habitan su espacio. Un delgadísimo estambre, estremecido por el roce de una libélula, me indicó las horas de luz o sombra cuando debo observar determinadas flores para desentrañar lenguajes de sus perfumes y colores. Lengua de la unidad en la pluralidad. ¿Y si afirmo que por estos senderos hay flexibles espigas señalando espíritus de la naturaleza perceptibles con cualquiera de los cinco sentidos? Mejor para todos, no creerme. Cualquier duda es permisible cuando se hace la biografía de una brizna de yerba. Bienvenidos los vocabularios de la embriaguez con el paisaje y de la teología chamánica, porque la naturaleza es mi religión y las montañas son mis templos.

Empanadas para Cebrowski

Empanadas para Cebrowski


La empanada, convertida en tema principal de los colombianos, es otro de los elementos efectivos que distancia y crea apatía hacia sucesos que debían motivar, estos sí, incalculables comentarios en las redes. Todo tipo de personas caen ingenuas en artificios propios de las guerras simétricas. Un banal, rutinario procedimiento de policía, se magnifica para desviar la atención sobre las potenciales destrucciones y el caos económico que se ciernen sobre Colombia y los países implicados, directa e indirectamente, en el caso Venezuela. Es más fácil ventilar en público minuciosidades del código de policía sobre una empanada, que visibilizarle a las masas nombres como los de Arthur Cebrowski o Thomas Barnett, fundamentados en ideas de Gene Sharp sobre la guerra. Maniobras sociopolíticas propias de las revoluciones de colores, en las cuales Guaidó es temible polichinela ya identificado en su oscura trayectoria política, sostienen que Estados Unidos debe tomar el control de los recursos naturales de la mitad del mundo. No para su propia utilidad, pero sí para disponer quiénes podrán utilizarlos. Petróleo, coltán e incalculables riquezas del suelo venezolano, son objetivos del Pentágono. Más cómodo, entonces, facilitar la empanada en los diálogos que incubar ideas sobre objetivos norteamericanos para destruir no solo a Venezuela sino a Nicaragua y Haití, por ahora, mientras continúan contra otras naciones latinoamericanas y cualquier poder político que no sea el de Estados Unidos, deteriorando las estructuras de los estados. Es la aplicación de la doctrina Rumsfeld-Cebrowski. Un recorrido por la historia reciente, en particular por las agresiones sin fin contra Venezuela, y se comprobará el molde reproducido por norteamérica. Luego del Pentágono retirarse del Medio Oriente Ampliado, se prepara para desplegarse en la cuenca del Caribe celebrando conciertos y engañando con ayudas seudohumanitarias. El politólogo Thierry Meyssant, afirma: “Hay que prepararse para una guerra no solo en Venezuela sino en toda la cuenca del Caribe, impuesta desde el exterior”. Y agrega, alertándonos más allá de cualquier predisposición política que sostengamos: “No será derrocar gobiernos de izquierda para reemplazarlos por partidos de derecha. Todos los sectores sociales se verán amenazados sin distinción de ideologías ni de clase social”. Las estrategias de manipulación sicológica recomendadas por Robert Jay Lifton, siguen ensayándose contra Venezuela. El caricaturesco y fallido concierto Venezuela Aid Live propiciado por Branson y la CIA, fue grotesca prueba de ello.

Tender y destender mi cama

Tender y destender mi cama





Enciendo el bombillo y leo. También manipulo el celular, vampiro tecnológico bebedor insaciable del praná humano. A las seis me levanto. Bañarme es un ritual energético donde el gélido chorro de agua me recuerda que sigo vivo otro día más, consuelo efímero cuando uno sabe que restan 18 horas de incertidumbres. Salgo de la ducha. Tender mi cama es el primero, del absurdo drama en dos actos donde soy único protagonista. Y exclusivo espectador. Tema, escena y escenario para una obra de Ionesco. O una de Pinter. Tal vez Jarry experimentó algo semejante. Calarcá es el marco de mi drama irracional. Soy-y-no-soy-Godot. Sobreviene a diario en el barrio Llanitos de Gualará. A veces sube del patio un gato amarillo y si le abro la ventana, entra y se va. Personaje secundario que entra para irse. Desarrugo la sábana. Tiendo una tras otra las cobijas. Las perfumo o entalco. No deben quedar fruncidas. Bien planchadas y estaré en paz con mi sentido de la simetría. Luego extiendo el cubrecama. Sobre este, dos almohadas. En el centro, un par de cojines. Si el gato, que ya no es amarillo, regresa y sube a la cama, lo ahuyento. Carezco de espectadores que aplaudan mi representación en el teatro de la estrecha alcoba. Fin del acto primero. Nada fatal, ¿verdad? Meses atrás, eso pensaba también yo. Nada relevante para escribir una patética novela. O un poema al estilo Bukowski. Observe el segundo acto, y si es de quienes tienden su cama, algo entenderá. Transcurre cuando voy a acostarme y comienzo a destender la cama que tendí al amanecer. Tal rutina se convierte en la fatalidad de comprobar que, acabando de tenderla, siento que destiendo la cama para acostarme. Como si no hubiese transcurrido nada más, entre amanecer y anochecer. Conciencia de lo cotidiano repetitivo. Experimento que es lo único en el día. Sin nada más de por medio. Espacio y tiempo se apretujan entre el lapso de tender la cama temprano, y destenderla en la noche. Apenas despierto y voy ya de nuevo a dormir por la velocidad con que pasa el día. Todo se contrae. Tiempo, espacio y eventos, desaparecen. No son concretos como estas dos acciones adheridas, sin nada de por medio: tender-y-destender-la-cama a la vez. Señor Beckett, ¿con qué frecuencia cambio el cubrecama? Señor Jarry, ¡entró un gato verde!

Cartarescu y Zaraza

Cărtărescu y Zaraza


Entre tu resplandeciente prosa de novelista, Mircea, transfigurada en literatura conservarás la memoria del tanguista rumano Cristian Vasile, con su tragedia de amor y rivalidades vuelta leyenda. “Nadie lo había puesto por escrito hasta ahora.