jueves, 9 de febrero de 2012

MINIFICCIÓN






AURELIO ÁNGEL BALDOR



El profesor llegó al salón y encontró a sus alumnos dormidos. “¡Buenas tardes, jóvenes!”, susurró entre dientes para no despertarlos. Deseaba que hubieran visto el ramo de rosas que trajo consigo. Del recipiente para la basura extrajo el Álgebra, de Baldor. Limpió el polvo con su pañuelo de seda y dejó el libro entreabierto sobre el escritorio, junto al ramo de flores marchitas, mientras escribía varias ecuaciones en el tablero.

Cuando el polvo de la tiza cayó sobre sus zapatos, por la ventana entró una abeja y comenzó a rondar el salón. El profesor fragmenta la tiza y arroja pedazos contra el insecto. Un alumno despierta y el profesor gesticula para que se aproxime al tablero. Está hablándole al oído. Creo que le solicitó el favor de llamar al celador o a Libia Echeverri, la coordinadora de disciplina. Ambos sonríen al descubrir que la abeja forcejea para desenredarse de la telaraña donde quedó atrapada.

Alguien pasa por el corredor y golpea con un lapicero sobre la puerta metálica del salón. Todo el grupo despierta y mira hacia donde la abeja sucumbe bajo la pequeña araña envolviéndola en sus hilos. El profesor grita cuando por la puerta entra el celador con una mariposa sobre la cabeza.







LIBERTAD



Montoncito de carne macerada, desde una esquina de su celda el anciano escucha entrar a sus carceleros. Jadeo de los uniformados trotando por el pasillo. Luego, el rasguño de sus garfas corriendo cerrojos. Y ahora la patada contra el estómago. “¡Acaricia las paredes de tu casa!”, gruñe uno de ellos y el viejo obedece, mirándolas con sus trémulos dedos, igual que recorrió alguna vez el cabello de su nieta. En su memoria, el áspero cemento se convirte en sedosa cabellera. “¡Besa el suelo de tu hogar!”, ordena otro de los carceleros. Montoncito de carne se arruga y frota y frota y frota sus labios contra el excrementoso piso, aspirando la fragancia de jazmín que se expande por la alcoba. Al chocar contra la boca de los guardianes se desvanecen los jazmines.

“¡Te concedieron la libertad!”, desde algún remoto sitio de la celda habla otro de los guardianes y agrega: “pero regresarás solo”. Le arrastran por el pasillo. Extraña el inusual silencio de la prisión. ¿Cuántos meses sin salir de la celda? ¿Era el sol igual que siempre? “Llegamos”, dijo uno. Por orden del Dictador, arrojan al ciego presidiario en mitad de un patio sin pavimentar, dentro de la prisión, haciéndole creer que estaba fuera de ella.

Desorientado, caminó varios metros en línea recta. Por el distante ruido de un automóvil que escuchó,
dedujo que lo habían abandonado cerca de una carretera. Por primera vez en quince años, lloró. “No son tan crueles los dictadores”. Camina en dirección hacia el lugar donde escuchó el ruido del automóvil y se sienta sobre el polvo, a esperar.

No tiene prisa. Esperará el tiempo necesario. Mientras tanto los intimidados compañeros del anciano, conteniendo su impotencia, aprenden en silencio la nueva lección bajo la mirada del dictador. Fuliginoso aguacero cae sobre la cárcel.
Empapado, trastabillando por el solitario patio de la prisión, el ciego anciano vocifera palabras que el aguacero no deja escuchar. Uno tras otro, los internos desfilan hacia sus celdas.






INFLUENCIAS LITERARIAS




“Usted está influido por Robert Walser”.
“No, lo leo demasiado”.
“Está influido, entonces, por Jorge Luis Borges”.
“Mucho menos. Él no me conoció”.
“Creo que está influido por Juan José Arreola”.
“También lo leo, por lo tanto no creo que me influya”.
“Es innegable que está influido por Kafka”.
“Lo leí y lo leo: No creo que pueda influirme”.
“¿Danill Harms, sí?
“Lo leo en las traducciones que del esperanto hizo Carlos Alberto Castrillón”, para la revista Kanora.
“Usted está influido por Ionesco”.
“También lo leo”.
“¿Teme reconocer en los de otros sus fantasmas?”
“Pertenezco a esa legión. Ninguno me influye. Quien sí me ha influido un poco, soy yo, a quien nunca leo”.







CLASE DE FILOSOFÍA 
EN ALGUNA UNIVERSIDAD 
CON PROFESORES Y ALUMNOS INTELIGENTES




“La metafísica es sólo un capítulo de la literatura fantástica”. No le gustó a Popper este axioma de Borges.

La literatura fantástica es sólo un capítulo de la metafísica. Al leerlo, Lovekraft arrugó el entrecejo mirando de soslayo al repugnante engendro que dormía a su lado.

Un capítulo es sólo metafísica de la literatura fantástica. Dijeron Derrida y Wittgenstein y continuaron escribiendo capítulos y más capítulos de sus libros.

Un capítulo es sólo literatura fantástica de la metafísica. La literatura metafísica es sólo un capítulo de la fantasía. La fantasía metafísica es sólo un capítulo de la literatura…

Todo sencillo para profesores y alumnos inteligentes, hábiles en el manejo de los datos, que estudien y enseñen en universidades importantes. Escriba cada enunciado, si es inteligente y ocupa algún cargo docente en la universidad, cien veces, como niño haciendo planas. Pero usted no es un niño. Usted es un hombre capaz de filosofar. Combínelos entre sí.

A medida que lo haga comprobará que la metafísica, la literatura y la fantasía, dejarán de ser metafísica, literatura y fantasía para transformarse en metafísica, literatura y fantasía.

Entonces comenzarán a funcionar en usted la metafísica, la literatura y lo fantástico, pero podrá cometer el error de ponerse de acuerdo con Borges, Popper, Lovekraft, Derrida y Wittgenstein y el resultado no va a satisfacerle mucho.







CAMINO A LA IGLESIA




–¿Para dónde vas? –pregunta el hombre a Nadaie.
–Para la iglesia.

El hombre, extrañado porque la dirección en que aquel caminaba era en sentido contrario al lugar donde se levantaba la iglesia del pueblo, insistió:

–Si vas para la iglesia, ¿por qué caminas en dirección contraria?

Nadaie, dijo:

–No lo había advertido. Como estos árboles y estas piedras, esta gente que me rodea, el perro y los caballos que encuentro a mi paso, las nubes y el viento que juega con mi cabello, cuanto encuentro desde el amanecer hasta el atardecer y por la noche me predican sobre la presencia de Dios, deduje que este camino era el correcto para llegar a la iglesia.

N. del A.: Nadaie era el personaje de un libro de parábolas que en 1978 pensé publicar en 2000. La asquerosa literatura Nueva Era, a la cual se parecían mis textos, me indujo a sacrificar el proyecto y más de 100 parábolas semejantes a esta.







EL PERFUME DE LA VACA




Nadaie, embelesado con unas flores que encontró en el camino, mientras aspiraba su perfume reflexionó arrogante: “Estas flores exhalan en vano su aroma para los hombres que van de prisa. Sólo quien consigue ver las cosas pequeñas tiene su mirada limpia. Tengo limpios mi olfato, mi tacto, mi oído y mi gusto”.

En tal momento de su reflexión, una vaca que pastaba cerca expelió una fétida ventosidad a pocos centímetros de su rostro. Tal circunstancia lo hizo caer en la cuenta de su injustificado orgullo al considerarse el único viajero sensible al perfume de las flores.

Agradeció a la vaca su lección y siguió de largo por el sendero.







ESPECIES



Incapaces de tolerar la soberbia de los ángeles con quienes compartían espacios, varios zopilotes delegados bajaron donde anidaba el Mendigo Regio, a rogarle por última vez que les ayudara en sus propósitos. Cuando el Mendigo voló en dirección contraria, comprendieron que este seguía perteneciendo a otra especie: Aquella de quienes no desean saber nada de ángeles y nunca se solidarizarán con la angustia de los zopilotes.








COMER Y BEBER
                                                                                                                                            

A Sono Uchida




Llegan dos hombres donde el maestro.

Pregunta el primero:

–¿Qué actitud asumir cuando tengo hambre?
–Come –respondió el maestro.
–¿Y cuando tengo sed?
–Bebe –precisó aquel.

Quien así preguntaba se inclinó en acción de gracias, satisfecho con la sabiduría que para él encerraban tales repuestas del maestro.

El segundo de los hombres, sorprendido por la superficialidad de las preguntas y estupefacto con lo banal de las respuestas que dio el sabio, interrogó a su vez:

–Y yo… ¿qué actitud asumo cuando tengo hambre?
–Debes comer –respondió imperturbable el maestro.
–¿Y cuando tengo sed?
–Debes beber –puntualizó.

Confuso por el par de respuestas nada distintas de aquellas que minutos antes diera a su amigo, el hombre insistió:

–Señor, usted me respondió lo mismo que aconsejó a mi amigo.

–Te equivocas. A él le recomendé comer cuando tuviese hambre, mientras a ti te recomiendo comer cuando tengas hambre. Es grande la diferencia cuando comes tú y cuando come él, cuando bebes tú y bebe él. Pero si esperabas, para tu satisfacción intelectual, otra respuesta, entonces cuando tengas hambre come y bebe cuando estés sediento.







LIDERAZGO



La exagerada presunción de su natural astucia y el deseo de superar ancestrales timideces de su especie, le impulsaron a enfrentarse al viejo gato de la familia. Para sorpresa suya y de los pusilánimes compañeros que observaban el encuentro desde sus madrigueras, lo venció en franca lid.

Incrédulos, olfatearon el sangrante cadáver del felino. Cuando el osado luchador se restableció de sus heridas, le nombraron Rey Vitalicio. Por primera vez en centenares de años los ratones vivieron una época de oro. Su líder se convirtió en el terror de los gatos.

En los anales del reino nunca se aclaró si fue por causa de la edad, que disminuyó en forma notable la visión del soberano, o fue por su exceso de confianza –acentuado en los últimos combates– que su valeroso rey saltó sobre el reluciente lomo de encendido amarillo, sin darle tiempo a sus acompañantes en la habitual correría nocturna contra los gatos, de avisarle que ese era un tigre de Bengala.







NUESTRA HIJA




sí claro que lo sé. usted y la niña salieron esta mañana de paseo. por algún oculto motivo suyo usted quería pasear sin mí. como siempre nos despedimos usted y yo como siempre con desgano sin amor por mi parte porque usted nunca me lo inspiró y con desdén por la suya porque usted ya tenía otros compromisos afectivos. sí. ustedes se fueron. la puerta aún la escucho cerrarse con estridencia. y yo me quedé feliz tranquilo en total calma interior como siempre que no estaba a su lado ni la veía ni la escuchaba ni la presentía y se me desvanecía por completo de la memoria. por eso usted con razón decía que yo era un hombre hecho al revés. sí. quedé solo. acompañado por mi gato. no puedo negarlo. saberla lejos de mí me llena de alegría. recupero el mundo y el mundo me recupera. entonces para poder escribir leer o escuchar a kitaro recogí los juguetes de nuestra hija regados por la casa. también barrí y trapeé no sé si como algo simbólico o porque usted ya se había desentendido por completo de sus obligaciones domésticas. recogí los libros que estaban sobre la cama y tendí las cobijas. luego escribí durante la tarde hasta cuando en la habitación de nuestra hija en su cama escuché reír a una niña.

me acerqué a la cama y allí estaba nuestra hija. la misma. y me habló y pidió sus juguetes y solicitó los libros con que siempre se entretenía. los libros de sm que me enviaban de españa. ella hacía casas y muros con los libros y se entretenía observando los colores de las carátulas. y preguntó por usted aunque ya estaba acostumbrada a sus continuas ausencias diurnas y nocturnas. sí. por tal razón no entiendo cómo es capaz usted su madre ahora que ha llegado y estamos juntos aquí los cuatro de pedirle que se vaya. decirle que no es nuestra hija. mírela dormir. obsérvela minuciosamente. no la despierte. compárela con nuestra hija la que viene con usted de la mano. si desea acuéstela a su lado. no vaya a gritar ni a insultarla ni a insultarme. sí. esto sucede con frecuencia. también a mí me sorprendió al principio pero no vamos a temerle a nuestra hija que aparece aquí siempre que usted se la lleva como coartada para sus encuentros amorosos. tal vez la solución sea que yo salga ahora mismo de la casa para que cuando regrese la niña pueda encontrarse con su verdadero padre. o que salgamos los tres usted nuestra hija y yo para que si ella llora obligue a su madre a venir. pero no. observe. nuestra hija y nuestra hija se han hecho buenas amigas y ambas están jugando con gorilón.



Del libro inédito Quién patea un perro muerto.

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