martes, 7 de febrero de 2012

POESÍA





 ALGUNA PUERTA PARA ALEJANDRA





UNO


Cuando decidiste abrir aquella puerta,
atemorizada por la insistencia de tantos golpes
y tantos susurros,
-no era la voz de tu madre, ninguna muchacha
que desearas, ni Cortázar ni Olga Orozconadie
había afuera. Nadie adentro.
Olvidaste el camino para cerrarla,
cuando las llamadas reanudaron sus gritos.
Esa puerta sin abrir sin cerrar.
Esa habitación donde nadie llamó,
nadie llamaría nadie abriría.
Puerta entornada abierta cerrada
y tú indecisa para abrirla,
aunque insistan los golpes.




DOS


No extiendes tus manos para abrir.
Prefieres llorar sola
interrogar sola agonizar sola.
Entre papeles sola con tus palabras.
Al lado de esa puerta,
cualquier puerta que te encuentres
por la vida o por la muerte,
nadie tiene manos y sin embargo tocan.
Nadie tiene ojos y sin embargo lloran a tu lado.
No te dejan dormir.
Pero tampoco quieren que sigas despierta.




TRES


Cada verso tuyo es iluminación.
Ignoras la naturaleza del dichoso estado
y por eso regresas
siempre melancólica a tus pesadillas.
Duermes. Duermes. Duermes, Alejandra,
aunque tu poesía y tus vacíos
te despertaron por momentos.
Nadie te dijo que cada poema era fruto
del abrupto camino de iluminación que elegiste.
Tocan a tu puerta. Tocan. No para que abras.
No para que te quedes ahí adentro.
Tampoco para que abandones la habitación
por alguna de sus ventanas.




CUATRO


Te lo advirtieron todas las palabras
y sin embargo abriste brazos y corazón
dejándolas andar desde el principio.
Hasta el final las dejaste crecer,
mientras tus silencios
seguían en silencio donde todo el espacio
era para las palabras que venían a herirte.
Venían a condenarte. Venían a salvarte
a su manera: enviarían el seconal a redimirte.




CINCO


No te apresures hacia la puerta.
Los muertos no creerán que fuiste
quien llegó.
Los vivos no creerán que fuiste
quien se marchó.
Unos y otros querrán hablarte y escucharte.
Pero no abras. No abrirás.
De todas maneras no recuerdas
dónde está la puerta.




SEIS


Hubo en el mundo una Alejandra
y hubo en América del Sur una Alejandra
y hubo en Argentina una Alejandra
y hubo en Buenos Aires una Alejandra
y hubo en su habitación una Alejandra
y hubo frente al espejo una Alejandra
y hubo por la hoja en blanco una Alejandra
y hubo entre Alejandra y Alejandra
otra Alejandra otra Alejandra otra Alejandra
que nunca se encontró con todas estas
Alejandras nunca en ningún sitio de la vida
en ningún recodo de la muerte
y sin embargo hubo una Alejandra hubo una
es cuanto creemos todos
que Alejandra y su poesía y sus palabras
y su muerte pensándolo bien nadie tiene
la certeza de que hubo una Alejandra
aunque llamemos a su puerta
para averiguarlo.




SIETE


Nadie se engañe.
Lo tuyo Alejandra
no fue irte de este mundo
porque nunca viviste en él.
Lo tuyo, confesado está de sobra,
no fue arribar a otro mundo
porque siempre viviste allí.
No se hable de vida porque la muerte
se ofende. Tampoco se hable de muerte
porque allí están tus poemas.
Allí te esperaban todos como vivos
mientras aquí te despedían todos como muertos,
sin extrañarse con tu ausencia de 36 años.
En este lado de la puerta
todos te creían viva porque ensayabas
rostros a la palabra.
Aunque siempre dijiste la verdad,
les gustaba creerte viva.




OCHO


No vengas, Alejandra: quédate tras los espejos.
No te vayas, Alejandra: quédate tras los espejos.
No huyas, Alejandra: finaliza el verso de ayer.
Huye, Alejandra: deja sin interrogación el poema.
No hables, Alejandra: rásgate los ojos al amanecer.
Habla, Alejandra: teje tus ojos al anochecer.
No supliques, Alejandra: desborda el vino seco.
Implora, Alejandra: pinta una boca en tu rostro.
No abras la puerta, Alejandra: hay fantasmas
desterrados.
Abre la puerta, Alejandra: hay fantasmas desterrados.
No comiences el ritual, Alejandra: los faunos tienen
temor.
Comienza el ritual, Alejandra: toda plegaria es un
descanso.
No camines, Alejandra: las palabras son abismos.
Camina, Alejandra: las palabras son puentes.
No llores, Alejandra: gente inútil, sonámbulos…
Llora, Alejandra: la esfinge sonríe y murmura.
No sueñes, Alejandra: la lluvia apaga tu cigarrillo.
Sueña, Alejandra: es lo único cuando llueve.




NUEVE


Ven, Flora Alejandra Pizarnik Bromiker,
abramos la puerta aunque nadie llame a ella.


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