viernes, 23 de diciembre de 2011

RUBAYATOMANCIA


Obra de autor desconocido




No es necesario, para sentir atracción por polimorfas mancias con sus prácticas irracionales y poéticas y su encantador lenguaje de símbolos, insinuaciones y ambigüedades, creer en uno o más de los  centenares de recursos adivinatorios llenando de turbias esperanzas al ser humano.
Desde ancestrales métodos instintivos y toscos, hasta modernos vaticinios supeditados a desarrollos tecnológicos inventados por el hombre con el fin de hacer menos absurdo su presente, basta con pronunciar sus nombres, deleitarse con sus significados etimológicos, descubrir sus influencias en la historia o  particularizar sobre los componentes formales, ceremoniales y fetichísticos de sus procedimientos, para encontrar en ellas elementos poéticos de validez literaria. Poesía y lúdica marchan a la par con los procedimientos mánticos.  El poeta juega con las palabras. El adivino juega con objetos y palabras. Con su disposición en la realidad, el ensueño y la fantasía propias y ajenas.

Catoptromancia, por ejemplo, es un método adivinatorio mediante el cual se captan rayos de luna en un espejo sumergido bajo el agua, desentrañando sus reflejos. ¿Quién tiene el diccionario básico de la catoptromancia? ¿Qué vaticinan los rayos de luna llena, en el reflejo de un espejo entre el agua rumorosa de algún arroyo cordillerano del Quindío? Henry Michaux, James Joyce, Raymond Queneau o Christian Morgenstern, habrían trascendido la forma y el sentido de  muchos textos suyos si hubiesen experimentado con la Cledomismancia, adivinación donde se recurre a ciertas palabras que pronunciadas  o escuchadas en momentos específicos, provocan buen o mal augurio. Dos palabras positivas: kledonef y ophemai; dos negativas: molae y odisphemein. Los pitagóricos prestaban atención al tipo de palabras pronunciadas, susurradas, vociferadas por hombres y dioses. Umberto Eco  reconoce en todo posible signo, desde el principio, un programa narrativo implícito. De acuerdo con los principios semánticos lógicos de la cledomismancia, nuestra época, nuestra sociedad y nuestra cultura, por las características del lenguaje empleado por millones de individuos, carente de belleza, están condenadas a la fealdad y el dolor. Todas las bocas y oídos hablan y escuchan sin descanso la palabra odisphemein. Por fortuna, los pitagóricos no recorren las calles de nuestras ciudades ni asisten a los sitios donde se agrupan los seres humanos de nuestra época.

Dafnomancia, donde las gastronómicas y medicinales hojas de laurel se arrojan al fuego, en manojos de diferentes tamaños y con distintas cantidades de hojas verde oscuro y perenne, para pronosticar, desde el color de las llamas y la densidad del humo, desde la textura de las cenizas o el perfume desprendido, el futuro de la persona. Los adivinos también mastican en ocasiones, y si lo ameritan la importancia de la consulta y del consultante, alguna porción de ellas antes de conceder sus revelaciones. Resalta, entre las mancias de características poéticas, la delicada filoromancia, adivinación mediante pétalos de rosa mustios o lozanos, elegidos de acuerdo con la situación y la categoría humana de quien solicita el augurio. Rosa Micrantha. Rosa Glauca. Rosa Escribanus. Rosa Sericea, múltiples variedades destinadas para intermediar, a la persona consultante, con aspectos esotéricos poco develados de la vida y del amor, de los sentimientos de pasión y ternura, de las relaciones amorosas entre hombre y mujer cuando hay de por medio afinidades sentimentales, espirituales o eróticas.

De la bibliomancia se desprenden, para el caso aquí tratado, la rasodomancia, la esticomancia y la Rubayatomancia. La bibliomancia, creciendo a la par con su invención, es  una forma de vaticinar que utiliza determinados libros para pronosticar a la persona sucesos futuros. O darle claridad sobre eventos presentes, desde los cuales tomar decisiones capitales para su vida o la de quienes le rodean. La persona que consulta o aquella a quien se solicita la predicción, toma un libro al azar o un volumen específico de acuerdo con las preguntas formuladas, dejándolo caer abierto sobre un tapete de seda negra, roja, verde o de cualquier otro color según lo exija el tipo de interrogantes. Concentrado en este, se levanta el libro con la mano derecha leyendo las primeras palabras, las frases o el párrafo enfocados por los ojos. Aunque la tradición aconseja algunos libros en particular, cualquiera con el cual se sienta especial afinidad sirve para llevar a cabo la adivinación.

La rasodomancia, de inalterable tendencia literaria y adoptando el género  poético para ahondar en respuestas, sugerencias y percepción de lo inconsciente, consiste en seleccionar  algún poema al azar, interpretando  el verso, la estrofa o las líneas leídas a primera vista, como predicción de lo consultado, señal metafórica de cuanto nos sucedió, nos sucede o sucederá de acuerdo con las preguntas formuladas. La esticomancia  es semejante al método anterior. También se practica leyendo poesía como sustancia básica del proceso. En este caso, deben seleccionarse un libro de poesía y un poeta en particular. Una obra poética que conmueva y cuyo autor sea significativo para el consultante, si este desea precisión en las respuestas. Se eligen al azar poemas completos, los cuales se entenderán como respuestas a interrogantes hechos  de antemano. Si en la anterior no se requiere de autor específico y lo principal es el género, para la esticomancia es ineludible compenetrarse con  el autor del libro seleccionado, presentar algún tipo de afinidad  con su obra.

La Rubayatomancia , hija o abuela de las anteriores, según se la estudie y asimile desde la historia y a partir de las propias vivencias poéticas, es la menos conocida de las mancias existentes. Son exiguos y poco accesibles los datos sobre su práctica. La información no se encuentra disponible en libros ni mucho menos en internet. No es material de lectura para exaltados de la nueva era. Su conocimiento no lo venden comerciantes de la adivinación anunciándose en revistas o por otros medios. Es propiedad tradicional intransferible de escuelas donde su conocimiento y técnicas se heredan de manera oral.

Sobre sus propósitos y técnicas, recomendamos preguntarle  a Mushkil Gusha, de quien no es al autor de estas líneas sino a Idries Shah, a quien corresponde dar detalles.  La rubayatomancia se cimenta sobre  las rubaiyyat de Omar Khayaam, poemas escritos en cuartetos, de los cuales se puede afirmar, con palabras de Shah: “…son obras de arte conscientes, construidas por gente que sabía exacto cuanto estaba haciendo, con la intención de que fueran usadas por gente que supiera exactamente qué se podía hacer con ellas. A un pensador convencional puede llevarle algún tiempo comprender que si busca la verdad y una enseñanza escondida, estas pueden hallarse ocultas dentro de una forma que en su búsqueda sea quizás la que él consideraría menos aplicable. Pero, para poder aprehender este conocimiento, lo debe tomar de donde realmente está y no de donde él se imagina que puede estar”.

José Gibert, uno de los tantos arabistas estudiosos y serios traductores de las rubaiyat al español, afirma: “Las rubaiyat pueden conceptuarse como una de las obras maestras de la literatura universal, y que podrían adoptarse como breviario en momentos de renuncia y flaqueza, pues son exponentes de la más alta y noble expresión y de la más profunda sabiduría, sin acompañarse de una fatigosa erudición”. La negrilla es nuestra, en relación con el tema aquí expuesto. Y agregamos, también de Gibert: “En el conjunto de su obra, Kheyyam desarrolla un verdadero tratado metafísico y moral en el que poco a poco van exponiéndose las profundas  doctrinas de la gnosis”. A tal gnosis se accede de varias maneras, una de ellas, la rubayatomancia. En las explicaciones que hace de los rubaiyat, el místico de India, Paramahansa Yogananda, admite en su introducción: ”Cierto día, mientras me encontraba profundamente absorto en las páginas de Los Rubaiyat de Omar Khayyam, de pronto vi derrumbarse los muros de sus significados externos. ¡Helo aquí!: vastos sentidos ocultos se abrieron como una casa de dorados tesoros ante mis ojos. Los tratados espirituales, tan profundos como este, por alguna misteriosa ley divina no desaparecen de la Tierra aún después de siglos de abandono o de ser malinterpretados”.

Y concluye: ”Mientras trabajaba en la explicación espiritual de Los Rubaiyat, encontré que los mismos me internaban en el interminable laberinto de la verdad, hasta cuando quedé extasiadamente perdido en asombro y admiración. El velo que oculta la filosofía práctica y oculta de Omar, en estos versos, me recuerda al Apocalipsis de San Juan el Divino. De hecho, Los Rubaiyat  podría ser llamado, con justicia, “El Apocalipsis de Omar Khayyam”. La rubayatomancia se conoce y practica  hace más de 500 años. Los críticos ingleses Natan Haskel Dole y Hellon Allen, eruditos estudiosos y traductores de Khayyam, señalan que se puede valorar al Omar deseado: el místico o el báquico-sensual, epicúreo, como también se puede optar libremente entre la lectura literal o la alegórica, de los delicados y a menudo epigramáticos versos de Omar.

 Para su consulta se siguen estrictas pautas matemáticas, conocidas y reveladas parcialmente por adeptos a ciertas órdenes sufí, quienes al llevarla a cabo mezclan un elemento musical llamado kauuali. La interpretación kauuali chishti “es un ritual muy estructurado que se ejecuta en los santuarios sufís en el aniversario de la muerte de los santos famosos y en otras fiestas religiosas. En la actualidad, los músicos, profesionales consagrados a este servicio, utilizan instrumentos musicales modernos, incluido el armonium, un teclado de origen europeo accionado por fuelles y ocasionalmente el clarinete, mientras que para la percusión emplean tambores indios y baten palmas”, precisa Carl W. Ernst en su libro Sufismo.[i]  La música de clarinete es fundamental cuando se practica la rubayatomancia. En la actualidad, algunas personas conocedoras del método para practicarla emplean como fondo, durante el minucioso ceremonial de adivinación, música de Nusrat Fateh Ali Khan, -Afreen Afreen; Sanson Ki Mala Pey; Pyar Nahi Karna- considerado por Pierre Toureille :“una de las voces más extraordinarias de este siglo y de los siglos venideros”.  Sentenció Toureille, director en Francia de la colección más importante de música tradicional y étnica del mundo: “El futuro pertenece a los músicos tradicionales, porque el hombre no puede permanecer siempre embrutecido”.  La rubayatomancia es un elemento visible de la más pura tradición sufí.

El periodista y escritor español José Julio Perlado, en entrevista  a Julio Cortázar sobre su libro Deshoras, le preguntó sobre la intervención en esta obra del juego como tema. Ahondando en la pregunta, Cortázar respondió: ”Usted sabe que la magia de las palabras es una de las formas que se cultivan desde  la más alta antigüedad, y entonces ahí hay una referencia muy directa a uno de los grandes juegos que ha jugado siempre el hombre, a través de la Kábala por ejemplo, y a través de todas las posibilidades de adivinación, a través del idioma y por medio del idioma. Hay un viejo juego que sigo practicando con resultados que me asombran, es lo que alguien llamó “poetomancia”. O sea, tomar un libro de poemas, cualquier libro de poemas, cerrar los ojos, abrirlos y poner el dedo en un verso y leer ese verso; es importante la cantidad de veces que en mi caso, el verso donde caigo me ilumina un futuro inmediato, me aclara un pasado, me muestra cuál es mi presente, entonces ¿cómo no creer en el poder del lenguaje, cuando ese simple juego se vuelve cosa seria?”. Si la mayoría de métodos de adivinación no son siempre efectivos en sus pronósticos, en cuanto se refiere a sus procedimientos y la descripción literaria de estos, sí están llenos de poesía y de magia narrativa, de penumbrosos encantos ficcionales que equilibran el incumplimiento  de los vaticinios y la tensión de las esperas.

Términos plenos de músicas ancestrales como alveromancia, o adivinación por los sonidos; rapsodomancia, adivinación mediante la Biblia; poéticomancia, citada por Cortázar como poetomancia, adivinación empleando la poesía y la interpretación de los versos de libros y autores específicos. Cortázar lo hacía con cualquier libro de poemas. Decenas de métodos más, recorren desde épocas inmemoriales todas las culturas. Como lírica extensión de la rapsodomancia y la poeticomancia, además de las atrás citadas, comentamos aquí un hermoso, esotérico y antiguo método de adivinación a partir de la lectura de las rubaiyyat del poeta, astrónomo y matemático persa Omar Khayyam, ubicado entre el juego poético, la creación literaria y la práctica esotérica del vaticinio. Comenzó a practicarse en Persia y su invención se atribuye a Kuajah Nizam, uno de los discípulos del poeta. La práctica se describe, de manera un tanto simbólica pero fácil de interpretar, en algunos manuscritos del año 1460, dos siglos y medio después del fallecimiento de Khayyam. Al principio, sólo se transmitía de manera oral entre estudiosos e intérpretes fervorosos del poeta. O entre miembros de algunas órdenes sufíes como la Jazuliyya, la Bakriyya y la Kaluatiyya.

El manuscrito reposa junto al bodleriano en la Biblioteca de la Universidad de Cambridge. De igual manera, en la Universidad de Bagdad, entre los libros manuscritos de los siglos XVI y XVIII pueden hallarse discretas y no muy difundidas referencias a la fidedigna práctica de la rubayatomancia. Nuestra fuente es la traducción y comentarios que de las rubaiyyat hizo del persa al español el poeta Abdul Khaliq Al-Seneq, en la introducción de su libro Los secretos poéticos de El Khayyam (Ediciones Islamic, Madrid, noviembre 6 de 1951. Volumen 2, págs, 158-168). Rubayatomancia es  el arte, la ciencia y la destreza poética de vaticinar mediante la consulta, lectura, interpretación y develamiento de los cuartetos del citado sabio persa. Su efectividad se considera mayor  que los resultados con el Tarot o  el I Ching. Las rubaiyyat  entrañan, de por sí, diversos y complejos sentidos y, como pocos libros en la literatura mística, permiten decenas de lecturas simbólicas cuyo objetivo es el individuo en sus facetas emocionales, sentimentales e intelectuales. Uno de los objetos de la rubayatomancia es la experiencia que crea el poema en el lector, formando parte de un continuum literario al cual se refieren tanto el poeta como el lector. “Igual que un gavilán he dejado el misterio del mundo/ en espera de elevarme hasta un mundo más alto./ Vuelto aquí no he encontrado a quién decirle mi hallazgo/ y por la misma puerta me he escapado otra vez”. Escribe en una de sus rubai, Khayyam. En el empleo adecuado de la rubayatomancia, están las señales para hallar la puerta por donde huyó el poeta. Y es amplia. Vasta como la poesía…

Aunque todas las traducciones de las rubaiyyat al castellano sirven para la adivinación aplicando de manera correcta las claves, y son efectivas en quienes se predisponen para la poética práctica, algunas de ellas son más recomendables. Al ajustarse a textos originales, se encuentran próximas al mensaje del poeta Omar Khayyam evitando divagaciones y aportes personales de los traductores, en particular cuando se vierten del inglés o del francés al español. En mi caso, trabajo mejor con traducciones del arabista y arqueólogo José Gibert, de Carlos Areán, de Joaquín González, de Muzzio-Peña o la del colombiano Enrique Uribe White en su segunda traducción. Pero en particular con la traducción que incluye las explicaciones del místico vedantista Paramahansa Yogananda, sobre la primera versión que Fitzgerald hizo al inglés. El texto de Yogananda es fundamental si se desea acceder a profundas zonas de interpretación. Errepar, de Argentina publicó una edición (1997) con comentarios ocasionales de su discípulo J. Donald Walters (Kriyananda) traducida al español por Ricardo Herrero, con poéticas paráfrasis en el característico estilo devocional del difusor de la Kriya yoga en Occidente, con su significado ampliado y  con una serie de claves para el significado. “Todo el misterio del tiempo pasado, presente y futuro puede resolverse únicamente en comunión con Dios”, comenta Yogananda en un aparte de su revelación del cuarteto 22.

En el caso de la rubayotomancia, los poemas son camino intermedio entre el inconsciente y el consciente. Seguro atajo hacia terrenos brumosos donde las cosas no están por completo en la oscuridad ni por entero en la luz. Se encuentran en el medio.  La rubai, por su brevedad y su sentido aforístico y epigramático, invita para que los lectores, y en este caso consultantes y practicantes del referido método adivinatorio, entren a través de cada cuarteto, señalado por la matemática del azar, en otras zonas de su ser y del conocer. Cada rubai es una musical forma poética de arrojar luz sobre campos oscuros del alma y los pensamientos, de la mente y del destino del individuo interrogándose sobre la vida y la muerte, sobre el amor, los placeres y el desamor, la transitoriedad de las cosas, el tiempo, la nada y el olvido.

Tanto para leerlos como poesía y nada más, cuanto para interpretarlos encontrando en ellos otras posibilidades allende a lo literario y estético, los rubaiyyat son poderosa e inagotable fuente de energía, literaria inducción para el despertar. Poesía objetiva, de acuerdo con la definición que G.I. Gurdjieff emplea para reconocer el arte objetivo: “Lo que llamo arte objetivo es muy difícil de definir, ante todo porque ustedes atribuyen las características del arte objetivo al arte subjetivo; luego, porque cuando ustedes se encuentran frente a las obras de arte objetivo, las sitúan al mismo nivel que las obras del arte subjetivo. Les voy a exponer claramente mi idea. Ustedes dicen: un artista crea. Yo reservo esta expresión para el artista objetivo. Del artista subjetivo digo que en él “ello se crea”. Pero ustedes no diferencian; y sin embargo la diferencia es inmensa. Además, ustedes atribuyen al arte subjetivo una acción invariable; dicho de otro modo, ustedes creen que todo el mundo reaccionará de la misma manera a las obras de arte subjetivo. Entre el arte objetivo y el arte subjetivo, la diferencia estriba en esto: que en el primer caso el artista “crea” realmente, hace lo que tiene intención de hacer, introduce en su obra los sentimientos y las ideas que él quiere. Y la acción de su obra sobre la gente es absolutamente precisa; ellos recibirán, cada uno según su nivel naturalmente, las mismas ideas y sentimientos que el artista ha querido transmitirles”.

Los árabes recurrieron mucho  a su consulta durante los siglos XIV y XV de nuestra era. La capacidad de síntesis y evocación de la rubayatomancia es igual a la del Tarot y a la del I Ching, aunque según se expuso atrás, son más certeras las respuestas y más directas, menos simbólicas, las  leídas a través de los poemas de Khayyam. En el ejercicio de la rubayatomancia, a quien consulta los tetrácticos no se le menciona su pasado ni su futuro. Cada rubai, de los cuatro a los cuales puede acceder por sesión de consulta, crea conciencia del aquí y del ahora. Desde tal estado de gracia, el individuo no es afectado por su memoria del pasado  ni se enceguece con hipotéticas visiones del futuro. Pretérito y futuro carecen de importancia para la rubayatomancia, lo cual la diferencia de centenares de métodos de vaticinio jugando con dicha cronología.

 Es tan extenso el presente, tan profundo, rico y maravilloso, tan lleno de dimensiones que desde las rubaiyyat se considera que no hay tiempo para el pasado ni mucho menos para el futuro. Si todas las posibilidades del ser humano no están en su presente, ¿cómo encontrarlas entonces  en su pasado o en su futuro? Khayyam previno contra esto cuando señaló en uno de sus cuartetos: “Como el agua en el río y la brisa en el yermo/ ha pasado otro día de mi vida y la tuya./ No quiero, mientras dure esta existencia mía,/ saber una palabra del ayer y el mañana”.  Alto porcentaje de consultantes reciben este sincrónico rubai en el curso de sus sesiones, casi siempre al final de la consulta. Todo mensaje  comprendido a partir del desciframiento de un cuarteto o del conjunto usado en la sesión, es exclusivo para el presente de quien plantea los interrogantes. Para quien emplea dicho método, es exigencia forzosa la lectura previa del libro en su totalidad. Con el I Ching, sucede lo contrario, no deben leerse con antelación los comentarios de los exagramas.

 Nada mejor, para concluir esta mínima y esquemática aproximación a la rubayatomancia como faceta de otras lecturas a las rubaiyyat de Omar Khayyam, que  resaltar un párrafo de  Belén Gache sobre las escrituras nómades: “…serán de especial interés en este libro la referencia a lenguajes y escrituras imaginarias, las estrategias literarias que involucran la autorreferencialidad y los juegos formales del lenguaje, los modelos narratológicos nómades que se presenten como opuestos a los modelos lineales, los trabajos que intentan una pulverización del signo lingüístico en su apertura hacia su materialidad tanto visual, como sonora, la deconstrucción de la noción de autor buscada de las teorías de la impersonalidad, pero también desde la literatura combinatoria; la incorporación de nociones como la de máquina y de factores como el azar, opuestos a una poética afín al modelo de selección y combinación jakobsoniano”. Las matemáticas del azar, la poesía del fractalismo y la sincronicidad de lo intuitivo, se combinan en cada poema para darle al lector de las rubaiyyat otras formas de leer estos textos inmortales. ¿Seguimos el consejo de Omar?...

“Escucha: si este mundo no es más que una ilusión, ¿por qué te angustias? ¿Por qué piensas día y noche en tus miserias? Abandona tu alma a la fantasía de las horas. Escrito está en tu destino. Ningún borrón será capaz de corregirlo”.




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