viernes, 16 de diciembre de 2011

LAS TRIPAS DE PALAHNIUK



CHUCK PALAHNIUK

¿Asqueroso?

Sí sólo lees libros de superación personal, escarbando en sus textos ejercicios y recomendaciones para transformar tu conflictiva o monótona vida,  adquiriendo en breve lapso y sin mayor esfuerzo nuevas formas de pensamiento, otro nivel de conciencia o sensibilidad  para mejorar categorías de tu vida, de las relaciones contigo mismo y con los demás, entonces el cuento Tripas, del narrador norteamericano Chuck Palahniuk, va a causarte dolor de estómago. Escozor en tu moralidad y prurito en las sanas costumbres de lectura.

Náuseas, tal vez, por lo antagónico este texto de las optimistas páginas de Wayne W. Dyer, Napoleón Hill, Robin Norwood, James Allen, Anthony Robbins y esa embrolladora legión de autores semejantes con el síndrome de la redención del individuo o del rebaño, remendando tu vida y la de todo el mundo con recetas de amor y tolerancia, comprensión y conocimiento de sí mismo, eficaces con sólo destinar a sus enseñanzas varios minutos al día. O adquiriendo, para mayor efectividad, aquellos otros títulos de sus producciones con los cuales complementar el tratamiento.

Para afrontar tan digna situación literaria, lo mejor es tomarte la Sopa de pollo para el alma, ofrecida por el chef espiritual M.V.Hansen y repetir porción. En cuentos como Tripas, lo repugnante sostendrá un  glutinoso tropiezo con tu moralidad cristiana y tus prejuicios literarios. No leas, por lo tanto, dicho texto propio de la ficción transgresiva, ese vanguardista género narrativo donde las prácticas sexuales anómalas, apologéticas de inusuales parafilias y saturadas de cruda violencia en todos los ámbitos, con personajes sociópatas y nihilistas violando cuanto tabú constriñe al ser humano, son el tema recurrente y obsesivo de autores como Palahniuk, (Monstruos invisibles) Poppi Z.Brite (El arte más íntimo); Arthur Nersesian (La cagada); Irvin Welsh (el de Trainspotting), Burroughs (El almuerzo desnudo), y otros como Dennis Cooper, B.E. Ellis o J.G. Ballard. No te acerques a estos autores ni mucho menos a estas novelas y continúa tus candorosos ejercicios espirituales con Paulo Coelho, Suryavan Solar, Lair Riveiro, Duque Linares y con El poder del ahora, de Eckhart Tolle. Recuerda el sapiente consejo de Coelho: “Un hombre tiene que escoger. En esto reside su fuerza: en el poder de sus decisiones” (sic). Más transparencia en la sabiduría no puedes exigirle a un escritor.


¿Escandalizante?

Si tu criterio de lector lo determinan prejuicios del rebaño al cual perteneces, político, religioso o cultural; si tus lecturas se apoyan en pudorosas recomendaciones de algún locuaz pastor; si confías en selecciones de libros hechas para ti por redactores de alguna revista eclesial, lamentarás entonces perder tu tiempo leyendo estas anotaciones. Te disgustarás conmigo por realzarte la novela transgresora. En particular, por  traer a tu vida al homosexual de Palahniuk (se pronuncia Polanik).

 En su libro de crónicas Error humano (Editorial Sudamericana, 2007) Palahniuk afirma: “Todos mis libros tratan de una persona solitaria que busca alguna forma de conectar con los demás. En los sitios donde a la gente no le quedaba nada que perder era donde se contaban las verdades más grandes”. Jamás culparías a tu curiosidad, a tu mal disimulada morbosidad sexual. Por lo tanto, sigue de largo sin dejarte corromper por esas obras y autores citados. Tripas, tal vez no se ajuste a tus exigencias estéticas y éticas del cuento. En uno de sus párrafos, describiendo con su  estilo minimalista lejos d los adjetivos y próximo a los verbos para expresar sin ambigüedades sus imágenes, la infortunada y sangrienta masturbación del adolescente dentro de la piscina, relata: “Eso es la sopa de sangre y maíz, mierda y esperma y maníes que flota a mi alrededor. Aún con mis tripas saliendo del culo, conmigo sosteniendo lo que queda, aún entonces mi prioridad es volver a ponerme el short”. La ficción transgresiva no es para tus oídos ni sirve de abono a tu crecimiento espiritual. Mucho menos propiciará tu entrada triunfal al reino de los cielos.  Al mostrar lo feo y decadente, lo repulsivo, violento, enfermo y depravado de la sociedad donde habitas, puede opacartu visión rosa del mundo y de la sociedad.

El minimalismo literario de Chuck puede afectarte si no estás acostumbrado a tal expresión narrativa, parte estructural del cuento. Relato lacerante, estremecedor para tu cuerpo y tus emociones. Quince minutos de lectura, pueden perturbar y pervertirte varios meses de oración, mientras se desarrollan los eventos mediante oraciones lapidarias y párrafos breves: “Toda esa gente asqueada o que me tiene lástima…la necesito como necesito dientes en el culo”. John Barth, reconoce varios tipos de minimalistas: “Hay minimalistas de estilo: un vocabulario despojado, una sintaxis desnuda que evita el período y la cadencia, los predicados múltiples, y las construcciones subordinadas complejas; una retórica desnuda que elimina por completo el lenguaje figurativo; un tono desnudo”. La escritura de Palahniuk tiene estas virtudes, enunciadas por Barth.


¿Divertimento literario?

Tal vez. Podría serlo para aquellos norteamericanos pasmados cuando Palahniuk lee su cuento ante auditorios donde jóvenes y adultos se desmayan al escucharlo. Hombres y mujeres, recordando acaso sus períodos de masturbación, vomitan, retorciéndose en fingida teatralidad. O porque en realidad las escenas revuelven la total extensión merdosa de sus propios intestinos. Tal vez hace parte de recónditos masoquismos literarios en los apasionados lectores de ficción transgresora. Se me antoja interpretar a Tripas como largo chiste de humor negro, con pulida premeditación y aguzadas palabras, subvirtiendo puritanas actitudes del gusto literario en dispares estratos culturales, sociales y académicos de Norteamérica.

 Esta es la literatura apta para nutrir millares de lectores en el mundo. La mierda, cuanto más la revuelves peor huele. Y revuelven las editoriales.  Y revuelven los críticos. Y revuelven los reseñadores. Y revuelven los lectores. Los medios de información conocen el valor comercial de este perfume intestinal. Todo libro de ficción transgresora, desde Sade hasta Ballard o Dennis Cooper, y desde Burroughs hasta Arthur Nersesian, por marginal que parezca al interesarse en sujetos sociales antes ignorados, en lugares desdeñados y lenguajes otrora considerados no literarios, conlleva a rupturas radicales induciendo a una refiguración del pensamiento literario, los temas y estilos y las ideas mismas, libres de patrones éticos, religiosos y culturales de matices ultraconservadores.

 Si esta es la razón de un cuento con tales características, Palahniuk alcanza su objetivo en una sociedad cuyo libertinaje no debería conmoverse con dicha literatura. Durante la gira para promover su obra Diario: una novela (2003), Palahniuk experimentó con su público leyendo, parte central del acto, Tripas,  y avivando la repulsión, el  desconcierto y la visceral coprofilia entre quienes lo escuchaban y donde la masturbación fue el eje temático descargado por Chuck sobre su audiencia, en un relato de forzoso masoquismo.

Pocos querrían vivir en carne propia tal suceso. Muchos más de cuantos imagina una mente pudorosa, desearán verlo y disfrutarlo desde su posición de espectadores. Tal cuento es parte del libro Haunted. Palahniuk admite influencias estilísticas de Gordon Lish y Amy Hempel. En toda su obra, como es notorio en Tripas, emplea un vocabulario despojado y preciso, consolidando frases cortas con las cuales imita el ritmo, las pausas, las oscilaciones orales de cualquier persona narrando una historia al hablar pero rechazando adjetivos y deleitándose con los verbos. La novelista francesa Amélie Nothomb, otra escritora contemporánea prestigiosa, manifiesta igual rechazo por los adjetivos. La de Palahniuk es, según le enorgullece calificarla, ficción transgresiva. Por sus ámbitos literarios discurren personajes marginado reaccionando con agresividad autodestructiva.Tal autodestrucción es patética, aunque se mezcle con el placer solitario en el jovencito protagonista de Tripas: “Es una decisión entre morir ya mismo o dentro de un minuto”, piensa este.

Es probable que junto con la farsa publicitaria y el adecuado manejo del rumor biográfico, los constantes desmayos de algunos individuos entre la audiencia de Tripas, sean verídicos. Los periodistas calculaban, hasta 2004, cerca de un centenar de desmayados. Por cuanto se refiere a quindianos, a gente de Calarcá y a unos pocos amigos a quienes  regalé fotocopias del cuento, o lo remitimos a sus correos electrónicos, ninguno se ha desmayado. Buen porcentaje de estos, sí debe haber experimentado  íntimos cosquilleos al releer sobre el antiguo método masturbatorio de los árabes, con cera de vela, dado a conocer por el libidinoso adolescente del cuento.

Junto a la fugaz pérdida de conocimiento, cuando el cuento llega a su clímax con el inquieto protagonista inmerso en la piscina de su hogar: “...el cielo ondula, celeste, a través de un metro y medio de agua sobre mi cabeza. El mundo está silencioso salvo por el latido del corazón en mis oídos”, las contracciones anales de asistentes a lecturas de Tripas, no son tan visibles como los rostros pávidos y la incomodidad de los cuerpos. Aunque pueden no estar exentos de recóndito placer para cuantos se identifican con los gustos sexuales de Chuck Palahniuk.

Tripas, ¿es fruto podrido de algún caso clínico llevado por el novelista al extremo narrativo, transformándolo en breve pieza de horror sadomasoquista? ¿Y no le sucedió algo parecido a un hombre que deseaba explorar su ano como centro de absorbentes estimulaciones? La lectura del cuento inducirá a más de uno a verificar con su cuerpo algo semejante a lo narrado. Muchas piscinas del Quindío se  prestan para llevar a cabo la experiencia. Palahniuk señala que cada año, en Florida, cerca de 150 personas mueren en idéntica situación vivida por el protagonista de su cuento. Este dato, bien puede ser un factoide más, de los tan usados por el novelista en sus crónicas, ensayos y ficciones.

¿Es un experimento emocional para observar, durante lecturas públicas como le divierte a Palahniuk hacerlo, las desbordadas reacciones del auditorio palideciendo, desmayándose  y abandonando el lugar con visible repugnancia? De todo esto y algo más, se cuece en el cuento del polémico narrador norteamericano. Aunque no se comulgue en lo estético con este tipo de relatos, por su lenguaje, su tema o el estilo empleado, además de la verdadera intención conocida sólo por su autor y explotada por sus editores, no se puede descartar por principios morales la fuerza literaria y el efecto narrativo del mismo. Aunque cuentos como Tripas no conmueven zonas estéticas específicas de mi formación interior, de mi estética literaria, mi filosofía y mi sexualidad, no subvaloro este tipo de narraciones ni esta especie de narradores. Mucho menos desdeño los  textos que afrontan con prosa transgresora la descripción escatológica de alguna costumbre sexual.

No sugeriría este cuento para desarrollar actividades en un taller literario. Mas sí lo identifico como ejemplo  de quien trabaja sus textos con total libertad de expresión, sin cortapisas académicas ni concesiones para con el lector; sin prejuicios culturales y dejándose llevar por el tema y los eventos hasta donde imaginación y realidad se mezclen, dándole consistencia al relato y haciéndolo verosímil para lectores de distintos ámbitos culturales. Su manejo de la crueldad es obstinado y perverso. Al prescindir de todo accesorio, sin divagaciones éticas ni de tipo sociológico, Palahniuk se desenvuelve con soltura en temas que en otros autores conducirían a monótonas descripciones y rodeos sicológicos haciéndole perder intensidad al cuento.

Una ágil pieza narrativa capaz de fastidiar sensibilidades y maltratar mentes pacatas. No se puede descartar, dadas las reconocidas tendencias homosexuales del escritor, que el texto surgió de alguna experiencia propia y Palahniuk decidió compartirla, algo común entre los miembros de la Cacophony Society. Su experiencia en trabajos sociales con personas sin hogar, en hospicios, dejó hondas huellas de compasión y desolación más tarde enriquecedoras de sus novelas.
¿Hacia dónde apunta este tipo de cuentos?

A excitar la imaginación  y fustigar una sociedad hipócrita, cuando no temerosa del sexo, sí desquiciada por sus apetitos, reprimida por fundamentalismos evangélicos. A lo largo del cuento, saltan a la vista vivencias juveniles del escritor, rastros que en su ano dejaron múltiples y frenéticas experiencias masturbatorias decantadas, ahora, en su prosa cínica y provocadora.

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