domingo, 18 de diciembre de 2011

PERELMÁN, DIOS Y JESÚS



Grigori Yakovlevch Perelmán


Cuando le preguntaron al asceta matemático ruso, Grigori Yakovlevch Perelmán, dónde germinó la idea para resolver uno de los siete problemas matemáticos del milenio, la Conjetura de Poincaré, sin titubear respondió: “Me inspiré en la caminata de Jesús sobre las aguas” (Mateo 14,22-36). Poesía, religión y matemáticas  se hermanaron en uno de los mayores sucesos científicos del siglo XXI.
Aunque con Dios tropiezo cada instante a lo largo del día, me entretiene encontrarlo en lugares más allá de la naturaleza. Por ejemplo, en las matemáticas. Paul Dirac advertía: “Dios utilizó hermosas matemáticas en la creación del mundo”. Me fascina encontrarlo en la física cuántica, en la filosofía, la religión y la ciencia. En todas las artes, pero en particular cuando lo veo danzando en la poesía y la música. Al hombre de nuestro milenio, matemáticas y física pueden convertírsele en placenteros medios para buscar, hallar, perder y volver a encontrar a Dios. Perderlo en la simplicidad, para encontrarlo en niveles de realidad más profundos y complejos, mediante fórmulas inaccesibles para legos en la materia.

Así sucede con la explicación matemática que Perelmán (nació en Rusia, junio 13 de 1966) hace de la Conjetura de Poincaré. Tal demostración ocupa cerca de 500 páginas.Toda complejidad puede resolverse por la intrincada vía de las matemáticas, paradójicamente. Cuando Dios se observa en el espejo de los números, se pone serio, solemne entre campos donde le circunscriben o liberan las ecuaciones. Entonces podemos acercárnosle sin rodeos ni metáforas, según lo hizo el veterortodoxo cristiano Grigori Perelmán, considerado el hombre más inteligente de este siglo. Por resolver el anotado problema se hizo acreedor a un millón de dólares, que rechazó aduciendo: “No necesito nada, lo tengo todo”. Ante la sorpresa del mundo científico y del Clay Mathematics Institute de Boston, Perelmán puntualizó, negándose rotundo a recibir dicho premio: “Cualquiera puede entender que si la prueba es correcta, no se necesita ningún otro reconococimiento”. Pero nadie entendía. Y mucho menos al comprobarse que vivía pobremente con su madre, exprofesora de matemáticas, en una jrushovka, modesto bloque de apartamentos.

Este genio reclusivo e introvertido, a nadie explica cuál es su proximidad con Dios y con Jesús. Hace parte de un minoritario grupo cristiano ruso ortodoxo, posiblemente la iglesia veterortodoxa pomora, con raíces en el siglo XVII y la cual no supera los 30.000 fieles. Su visión del mundo no es la de un alucinado cuando afirma sin arrogancia, pero capaz de causar estupor: “Yo sé cómo gobernar el universo. ¿Por qué tendría entonces que correr detrás de un millón de dólares?”. Su actual carrera es por demostrar matemáticamente la existencia de Dios, nada imposible para quien pudo resolver la Conjetura de Poincaré.

Tal asunto topológico convertido por Grisha en teorema, y premiado el 18 de marzo de 2010, se enuncia así: “Una variedad tridimensional cerrada con grupo fundamental trivial es homeomorfa a la esfera tridimensional”. Perelmán aclara: Si una superficie de tres dimensiones es parecida a una esfera, entonces se puede colocar en una esfera”. Jesús caminaría de nuevo sobre las aguas de un mar, un lago, un torrentoso río, una gota de rocío o un simple arroyo quindiano, por el gusto de encontrar frutos como el de Perelmán, aunque hipótesis propias de la paleolimnología sigan sosteniendo que Jesús, en realidad, caminó sobre placas de hielo en el mar de Galilea. La sugestiva imagen del nazareno caminando sobre las aguas de tal mar, inspiró al casto matemático veterortodoxo la solución del problema, junto con el empleo de la ecuación del grupo de renormalización, elemento propio de la teoría de campos en física.

La evidencia de la Conjetura de Poincaré, por abstracta que sea, puede aplicarse al estudio de la formación de tumores en cancerología y es sólido punto de partida para explicar la forma del universo. Lejos de toda gloria mundana, huyéndole a vanidosos reconocimientos y a premios, como también lo hizo el matemático Paul Erdös, -otro genio renunciante- Perelmán trabaja  riguroso, hoy por hoy, en la demostración matemática de la existencia de Dios, quien tal vez le sonríe malicioso desde alguna ecuación diofántica.

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