domingo, 18 de diciembre de 2011

DIOS NO JUEGA A LOS DADOS






Dios no juega a los dados”, de manera metafórica argumentó Einstein al físico Niels Böhr, en una carta donde continuaba su polémica con éste, originada en el Quinto Congreso Salvay (1927). Para mí, tan lapidaria frase es uno de los primeros cuentos atómicos escritos en el siglo XX, con un vocablo menos que el monumental texto de siete palabras, El dinosaurio, publicado por Monterroso en 1959. Desde entonces, tan pronto la encontramos en algún venerable libro, en algún académico ensayo, en cualquier aproximación al pensamiento científico y religioso de Einstein, nos parece tan representativa de algo indefinido, bello, misterioso e inasible pero aprovechable en cualquier discurso teológico, científico o filosófico, que  nos entregamos obnubilados a repetir lo mismo, aunque no lo entendamos ni conozcamos el contexto de dicha frase.

Einstein, escéptico respecto a la mecánica cuàntica, tradujo con tan poética imagen su visión determinista del mundo y de la física. Defendía  la teoría de Laplace,  sosteniendo que si se conocieran las posiciones y velocidades de todas las partículas del universo, el futuro quedaría explicado. Resuelto ya en sus pormenores, al porvenir poco le importarían entonces los astrólogos, videntes y vaticinadores. Todas las mancias del mundo se reducirían a la fórmula capaz de cuantificar y cualificar posiciones y velocidades de las partículas del universo. Dios, utilizando las partículas como intermediarias con el hombre, en lugar de recurrir a sus exaltados profetas de siempre. Buena idea para una teología de los cyborgs del siglo XXI. Con tal metáfora, Einstein  intenta explicar sus abstracciones señalando las rigurosas leyes tras los fenómenos físicos del universo.

 Su contradictor era el físico Niels Böhr, quien afirmaba la imposibilidad de determinar magnitudes físicas como la velocidad y  la posición. Del cruce de ideas y argumentos, cada cual justificando sus búsquedas, sus hallazgos y certidumbres, nació en Einstein tal metáfora.  En 1918, años antes de popularizarla este físico, el poeta peruano César Vallejo escribiò un dramático poema  titulado Los dados eternos donde convida a Dios a jugar “con el viejo dado”, para después reconocer que no podrá hacerlo: “la tierra es un dado roído”. El poeta se adelantó al físico, con la imagen del dado.

Todos hemos tenido, alguna vez, dados en las manos y hemos jugado parqués. U otros entretenimientos con dados. La metáfora de Einstein nos conturba, aunque nada comprendamos de física ni relatividad, ni confiemos mucho en el uso cotidiano y práctico de su receta. Entonces Niels Böhr, físico de complejidades similares a las de Alberto, a quien la metáfora no le agradó, le respondió: “Einstein, deje de decirle a Dios qué tiene que hacer con sus dados”. Parece una reconvención religiosa, en defensa del buen Dios y sus momentos de esparcimiento creativo y ordenador.  Dios tiene derecho a jugar al caos y al equilibrio. Al determinismo y al indeterminismo. A jugar que todo lo puede o va a dejarlo como está, desarrollándose por sí mismo. El buen Dios hace con sus universos y criaturas cuanto le place. Aún más, en este momento, en algún lugar de la eternidad o aquí junto a mí, mientras escribo estos párrafos, Dios, Einstein y Böhr juegan a los dados, riéndose de las polémicas, de las afirmaciones científicas o religiosas, de las partículas y de los quantos.

¿Quién puede verle si carga o no sus cósmicos dados? ¿Quién se atreve a jugar con Él, en su tiempo y su espacio? Ni el Putas, el más arriesgado hasta ahora para enfrentársele. Admirado Niels, ¿nadie te advirtió sobre las trampas de Dios, jugando no sólo a los dados sino también en todos los juegos donde es Él quien establece las normas cambiándolas cuando le conviene?

Niels, ingenuito Niels, ¿nada te comentaron sobre los solitarios juegos de  Dios, harto de su eterna soledad?  ¿O esos otros ambiguos juegos donde Él se enfrenta con su creación, pero en particular contra el pobre hombre? He visto a Dios jugando ajedrez y sus peones muchas veces terminan siendo reinas. A veces un miserable peón se come a una reina y pone en jaque al rey. No hay derecho. Digo yo, admirado Niels, pero no me haga caso y cuando Einstein, Dios y yo nos descuidemos, ¡arroje sus dados! Cuatro juegos inventó el ser humano para responderle a Dios sus retos: la ciencia, la filosofía, la religión y el arte. Sin embargo, considero la poesía como el dado cargado con el cual el hombre se siente capaz de enfrentarse a Dios y jugar un momento con Él.

1 comentario:

  1. Y"Un juego de dados no abolirá el azar" Mallarmé.
    "El poeta adora el azar" Novalis. No puedo evitar sorprenderme de un ensayo tan limpio como el culero del niño Dios, que además era inconsútil. Apreciado Umberto, usted no nesecita elogios, maneja una prosa de prístina belleza, pero además,elige unos temas con dados cargados de cacumen imaginativo. Gracias, por brindar la ocasión de degustar buenas páginas con temas aparentemente anodinos pero siempre novedosos como lo son unos dados sobre una ruana bajo un cafetal.

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