sábado, 31 de marzo de 2012

ESCUCHANDO A MOTHER DE JOHN LENNON








Le cantaste a tu madre y a tu padre. Los fantasmas no retornan, amigo Lennon. Yo todavía tengo a mi madre pero un día no creí en lágrimas de mi padre y lo dejé solo, abatido sobre el largo sillón en la biblioteca. Te cantaste, cuando esas memorias de madre lejana y padre que no llegaba, no podían continuar en el silencio y suplicaban una guitarra, una voz.

 Solo queda la canción. Mother, producto de  un proceso sicoterapéutico  del citado músico con Janov, creador de la Terapia Primal, hoy por hoy desacreditada, mediante la cual  los pacientes encontraban sus auténticos sentimientos re-experimentando el dolor emocional.

Tienen que marcharse todos de nuestro lado para reconocer uno la inminencia de la soledad. Cuatro fúnebres campanadas iniciales tañen todavía, cuando tú y ellos siguen muertos. Cuatro campanadas llamando a réquiem de la ternura, del te- dije- madre; te- dije- padre; te- dije- hijo; no- te- dije madre;  no –te- dije- padre;  no- te- dije- hijo,   al cual solo acudo yo volviendo una y otra vez sobre el tema, con lágrimas donde mi padre tampoco estaba cuando le llamé, pero donde -ya adulto- tampoco estuve yo cuando él sollozó su último amor de senectud.

 Me descalabran esas campanadas.  Ni tú ni ellos estuvieron cuando debían estar. Por algún motivo, alguno se iba, despacio o corriendo, de frente o de espaldas, cuando los demás lo necesitaban. Allí cerca, fue difícil no dejarse impregnar por las distancias y cada uno, tu madre, tu padre, tú mismo siendo un niño, cargaron caminos por donde los otros no iban.

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