domingo, 27 de mayo de 2018

Mi guerillero preferido


“Siento la existencia como una imposición en el mundo”, confiesa en sus diarios, donde soledad e incomprensión fueron temas recurrentes. Me lo presentó el historiador Yuval Harari, en su libro Homo Deus.

Si esperas identificar mis predisposiciones políticas, te engañaste con el título. No señalo personajes que admiras o desprecias, escribo sobre mi guerrillero predilecto: Aaron Swartz. Joven genio, mártir del dataísmo. Hacktivista suicida a sus 26 años de edad quien se ahorcó para evadirse de las inicuas presiones del FBI. A los tres años de edad, comenzó a leer por su cuenta y, antes de los 10, comenzó a programar. Escritor, wikimedista, informático teórico, estudioso de sociología. Desde adolescente, audaz activista político luchando hasta su prematura muerte para que el acceso al conocimiento en internet fuera un derecho humano, y no un monopolio de las corporaciones ni del estado. Tanto para inmigrantes como para nativos digitales, en particular quienes en internet buscamos información en lugar de frívolo entretenimiento, Aaron debe encumbrarse, por su vida e ideales, por lo inconfundible de sus empresas, como uno de los mayores mártires del siglo XXI en la democratización y libertades en los espacios de internet. Su imagen y realizaciones crecerán, multiplicándose en la medida que se conozca más sobre su vida y su muerte. Si te interesa este genio suicida, comienza viendo en YouTube El hijo de Internet, conmovedor filme sobre su vida, por Brian Knappenberger. Aarón decidió ahorcarse, incapaz de resistir sicológica, social, política y profesionalmente las atrabiliarias presiones que sobre sus actividades ejercieron el FBI, las empresas y aquellas corporaciones alegando sentirse afectadas por su acometedora actitud dentro de la Red. Swartz dio su nombre a un enérgico, sucinto documento conocido como Manifiesto por la Guerrilla del Acceso Abierto, cuya redacción se atribuye a otras cuatro personas pero al que este joven, por su condición política, la sobresaliente imagen que había alcanzado y los nobles ideales que lo impulsaban, dio su nombre. Ningún internauta debe desconocer este incendiario documento. Aaron, con su revolucionaria visión de los derechos del individuo en el uso de internet, desafió en sus bases económicas al sistema, a todas aquellas insaciables empresas privadas o estatales que restringen, se apropian y lucran con la información que pertenece a todos. Dicho Manifiesto, la más sacra reivindicación del internauta del siglo XXI, fue publicada por Aaron a los 22 años de edad. “La información es poder. Pero como todo poder, hay quienes lo quieren mantener para sí mismos. La herencia científica y cultural del mundo completa publicada durante siglos en libros y revistas está siendo digitalizada y apresada en forma creciente por un manojo de corporaciones privadas”. Lloré por Aaron. Llorarás por Aaron. Llorarán los cíborgs, cavilando sobre el cumplimento de determinadas leyes.

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