domingo, 27 de mayo de 2018

Caeiro: teólogo del paisaje


¿Crees en Dios? Lee entonces El guardador de rebaños. ¿No crees en Él? Entonces lee El guardador de rebaños.
Profundízalo si eres panteísta. O neopagano. O un poeta. O un lector de poesía. Encuentra en sus poemas, si eres caminante de montañas o paseante de tus interiores territorios, los paisajes del alma y de la tierra por donde reconoces, dentro de ti mismo, la magnitud humana de lo divino y la dimensión divina de lo humano, resaltadas por la poesía de Alberto Caeiro. Maestro zen: tan zen y maestro, que no fue maestro ni supo nunca nada del zen. Cada poema de este distintivo libro suyo, es versículo de una lúcida biblia pagana, de heterodoxa religiosidad no dogmática nunca escrita como tal por Caeiro.
El más luminoso libro de Pessoa, coreándome la soledad por veredas de mi región. Además de mis silencios y sobresaltos, que nunca concluyen por estos verdes caminos del Quindío, Dios, llámale así o no Lo evoques con nombre alguno, engalanado de naturaleza desde una mariposa, un geranio o un cedro irradiando poesía y vida, está presente en dicha obra de Alberto Caeiro de Silva. Sumario del más epicúreo panteísmo del que se tenga noticia en la poesía de los siglos recientes.
-¿Siempre va solo por el campo? -No, me acompaña Alberto, el guardador de rebaños. En cualquier sitio del camino, algún estambre o un viejo roble, me persuaden: -Si quieres comprendernos, abre el libro y escucha cuanto Caeiro te revela. Y lo abro entonces cabalísticamente, por cualquiera de sus páginas. Leo con estética religiosidad alguno de sus poemas, desde donde el joven visionario me explica: “El mundo no se hizo para pensar en él (pensar es estar enfermo de los ojos) sino para mirar hacia él y estar de acuerdo…”
Dentro de la fructuosa, casi mediumnímica producción de Fernando Pessoa, Caeiro, con el citado libro, cimienta el suceso literario más destacado de su heteronímico plectro poético. “Era el 8 de marzo de 1914, me acerqué a una cómoda alta, cogí papel y comencé a escribir de pie, que es como escribo siempre que puedo. Y escribí treinta y tantos poemas uno tras otro, en una especie de éxtasis que no podría definir. Fue el día triunfal de mi vida y nunca volveré a tener otro igual.
Empecé con un título: El guardador de rebaños. De mí había surgido mi maestro”. Y el de los demás heterónimos, reconoce el poliédrico Pessoa al servir de canal para que se manifestara mediante su cuerpo, su cerebro y sus palabras, pero en particular con la afirmación literaria del sensacionismo, la voz y el espíritu panteístas más reveladores de altos misterios en la poesía universal: Alberto Caeiro: teólogo de la naturaleza: ontólogo del paisaje.

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