domingo, 27 de mayo de 2018

¿Lesbian chic?


Para leerme mejor, Caperucita, escucha el himno internacional de las lesbianas, Mujer contra mujer, de Ana Torroja: “Nada tienen de especial/dos mujeres que se dan la mano/el matiz viene después/cuando lo hacen por debajo del mantel”.
En la expresión pública de sus manifestaciones amatorias, las nuevas generaciones lésbicas rebasan las conductas de los varones homosexuales. No solo las butchs, lesbianas masculinas, sino las femeninas. Con simulada naturalidad chorreando desde las débiles corrientes de Yin que les circulan por su torrente sanguíneo, y desde lo más tórrido de su matriz hasta el marketing del sexo por las redes, o como transgresora moda para visibilizarse, son numerosas las jovencitas publicitando sus inclinaciones homoeróticas. Con sus preferencias sexuales activas o pasivas, flirtean, en actitudes que parecen retar al inigualable placer heterosexual, a la sociedad y sus modelos patriarcales o a los oscurantistas preceptos religiosos. No creo que, en alto porcentaje de ellas, tal actitud exhibicionista nazca de tomar conciencia de la homosexualidad femenina mediante el análisis de sus fundamentos sicológicos, biológicos, políticos o clínicos. Mucho menos -que les vendría bien para argüir sus inclinaciones- de estudiar obras por el estilo de Manifiesto contrasexual o El deseo homosexual, libros de la transgénero Paul Beatriz Preciado. Desde niñas de escuela hasta pomposas universitarias de lastimera condición intelectual, se entregan a tales escarceos sexuales. ¿Por qué no lo hacen los hombres, los sissies, o gais afeminados? Pocos varones homosexuales actúan con desenfado semejante. ¿Son más asustadizos, discretos o enclosetados que las mujeres? ¿Hay prejuicios entre estos, que las lesbianas han superado? Todos conocemos, y muchos disfrutan, una de las más generalizadas parafilias masculinas: observar dos mujeres practicando sexo. Tal vez, como secuela de dicha forma de voluptuosidad, incontables de las jovencitas que se exploran en un parque, o en un café, o caminan tomadas de la cintura frente a hombres y mujeres heterosexuales, solo desean lucirse, ejerciendo sin saberlo o a sabiendas, pautas propias del Lesbian Chic, concepto de marketing de la cultura pop que tanto influye sobre los milénicos. No me escandaliza el divertido fenómeno. Me induce a preguntar, ¿por qué razón las bolleras son menos temerosas que los gais, más directas mostrando en público sus inclinaciones? ¿Qué prejuicios tienen estos, que no los tienen ellas? ¿Nuestra sociedad es acaso más permisiva con las mujeres que con los hombres? ¿Son estas menos antiestéticas que los varones? ¿Es para nuestra sociedad más placentero y sugestivo ver un par de adolescentes mujeres besándose, que ver a dos baturros muchachos relamiendo sus lenguas? ¿Hay más elegancia en una pareja de ancianas mimándose y hablando de amor, que en un par de ancianos jurándose fidelidad eterna? Shakira y Rihanna, en el voluptuoso video Can´t Remember to Forget You, son ejemplo de ese teatral Lesbian Chic.

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