domingo, 27 de mayo de 2018

Dos para un soneto


Dicen los dos versos iniciales: “Oscuro y fruncido como un clavel morado/respira, abrigado entre el musgo humildemente”.


Aunque el carnal soneto fue escrito a dúo por un par de homosexuales adictos al hachís, al ajenjo, el hadaverde y la absenta, además de sus implicaciones homofílicas, que a tantos agitan, otros podemos disfrutarlo también como entrañable descripción heterosexual. Pocos lugares del cuerpo femenino o masculino, por sus profundas particularidades para el placer, merecen no solo sonetos sino elegías, como esta puertecilla húmeda “aún del amor que fluye lentamente/por sus blancas nalgas hasta su borde orlado”. Metafórica evidencia de sus recíprocas sodomizaciones, el primero con 27 y el segundo con 17 años de edad, lo escribieron Verlaine y Rimbaud, parodiando a su amigo el poeta parnasiano Albert Mérat quien publicó un libro con 20 sonetos celebrando 20 partes del cuerpo de su amante. Los cuartetos iniciales pertenecen a Verlaine; a Rimbaud, los tercetos finales. Encima el primero y debajo el segundo, inducidos acaso por el lascivo deleite que experimentaban como pareja de alternos pedicadores. En su libro El tiempo de los asesinos, Henry Miller preguntó: “¿No hay acaso algo tan milagroso en la aparición de Rimbaud sobre la tierra, como en el despertar de Gotama o en la aceptación de la cruz por Jesucristo? De cualquier manera que se interprete su obra, está más vivo que nunca y el futuro le pertenece, aunque no haya futuro”. Sonnet du trou du cul, titularon aquellos el poema que, con primorosos tropos, explora inusuales relieves del cuerpo. Territorios para el placer y la sexualidad que, en poesía, pocos autores se han atrevido a tantear. Quienes conocen la lengua francesa, consideran intraducible tal soneto por su carga literaria de juegos de palabras, referencias de sentido nada fáciles de trasladar a nuestro idioma, vocablos con alternos significados cultos y populares y expresiones propias de las conductas parisinas de finales del siglo XIX. Redención literaria del socavón proscrito por el pudor poético, tal soneto compartido hace parte del llamado Álbum Zutique, donde se recogían textos y dibujos con que los integrantes de dicho grupo, entre ellos Rimbaud y Verlaine, ridiculizaban, mediante textos y dibujos, a los poetas parnasianos. Aquí figuran Los Estupros: tres sonetos de los cuales este, que ondula por entre mis lecturas y lujurias selectas, es el más notable. Disfruto las musicalidades de variadas traducciones, cada cual aportando consonancias que no tienen las otras versiones. Por mil sonetos retratando los ojos, el cabello, la boca, las manos, senos o nariz, no hay cinco que hagan la apología de dicha puertecita, temida y apetecida. Los sonetos lujuriosos, de Aretino; o el conocido texto de Quevedo sobre el ojo del culo, pueden ser dos referentes literarios sobre el tema.

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