PÁJARO DE PIEDRA: BIBIANA BERNAL
Umberto
Senegal

“Quizá hay un ave, un canto y una
mujer/diferentes cada día,/y solo la oscuridad se repite”. La distancia menos desgarrada
entre
muerte y vida es el recuerdo. Remotas o aledañas, las evocaciones están
más cerca de aquella que de la vida. Por eso lastiman. Mortifican en el cuerpo
y desesperan el alma. Donde las encontremos, como poetas o lectores de poesía,
ellas prefieren los vacíos. Y es aquí donde las encuentra y de donde las
desarraiga Bibiana Bernal, la más representativa, activa y trascendente de las
nuevas escritoras quindianas, para enseñarnos la naturaleza de sus cantos. De sus
silencios. Como se deslizan los vuelos de unos y otros por este consistente
libro, Pájaro de piedra, premio de
poesía Gobernación del Quindío, 2016. Sin
aire. Sin nubes. Pero pájaro libre, sus remembranzas con otros horizontes. ¿El
nido donde reposan dichas aves? Un libro de poesía como este, de meticuloso lenguaje
y depurada arquitectura formal. Íntimo en sus evocaciones melancólicas, pero capitulando
con cuanto observó H.G. Gadamer respecto a la poesía de Hölderlin y Stefan George: “El Yo poético no es, como se
suele creer, el Yo del poeta, sino, casi siempre, ese Yo común de cada uno de
nosotros”. Congoja en la búsqueda de la expresión literaria mediante el recuerdo,
la palabra, y la conciencia del presente: “Se muere tantas veces,/se acumula
tanta muerte,/se olvidan los alumbramientos”. Un poema o un verso, o el conexo
conjunto de 38 breves textos de orfebrería minuciosa donde cada evocación y momento
presente son aleteos sicológicos y filosóficos de dicha ave en vuelo por este
profundo libro, hacen del poemario uno de las más consolidados dentro de la
nueva poesía regional. A lo largo de sus poemas, es diálogo revelador de las
incertidumbres metafísicas de la autora. O del lector que sabe escucharla. Hay
que caminar por sus poemas como se camina bajo árboles que dejan caer sus hojas
sobre nosotros. Tal vez por esto los textos que comprenden el componente
Tierra, son mayoría. Niñez y adolescencia de la autora, asoman cautelosas
exponiendo desgarraduras de su alma, sus vivencias familiares y amorosas con
velados erotismos no exentos de infortunio y pesadumbre. Concluimos la lectura
del libro y la poetisa no se va. Sigue junto a otros poetas. Su voz literaria, siempre al nivel de sus lecturas de célebres autores
universales, conversando con ellos en cafés donde se sienta a corregir un poema
o a leer una noveleta. A bosquejar el sitio por donde vuelan délficas aves de
piedra, fuego, tierra o agua, abandonando los espacios de la metáfora y transfigurándose
en fatalidades de su vida cotidiana. En el fondo de sus poemas y sus saudades, Empty
Space Dance, de Balanescu Quartet.
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