EN UN LUGAR DEL EROTISMO
Umberto
Senegal

Para algunos pocos
diletantes del placer y delicatessen de la eroticidad, lo fascinante del sexo converge
en el principio y el desenlace del acto sexual. Cuanto sucede entre tales
extremos, es la predecible fase brutal del encuentro, invariable en su instintivo
desenfreno. La energía trepidando en este momento, es diferente. Lo erótico se evidencia
en las pulsaciones del preludio: palabras, fragancias, agitaciones, humedades y
caricias. Y en estremecimientos del desenlace, donde a los protagonistas de tan
sutil variedad erótica les aflora cuanto a la mayoría les languidece en sus encuentros.
Nuevas sensaciones. Acrisolados tanteos del propio cuerpo y del ajeno. Para
incontables individuos, dicho acto se apretuja en el agotamiento de cuanto sucede
entre el comienzo y el final, donde la pareja resbala sin imaginación. Jadeante.
Urgida entre el pulposo remolino de carne. Ahí termina el precipitado éxodo material
por los rincones del cuerpo. De aquí los
tristes finales de uno y otro. Animal
post coitum triste, dogmatiza el axioma.
Les sucede esto porque, al no extender el tiempo del preámbulo y no saber cómo
llegar más allá del lapso final, cuanto practican en el intermedio no
trasciende las características del rudo apareamiento. Sus reacciones orgánicas
no son diferentes a las de cerdos, gallos, ratas o perros. Es la actitud erótica
de la pareja, pero en particular de la mujer como seductora, el componente que aporta
categorías de mayor intensidad al encuentro sexual. Lo erótico, con sus mixtos
niveles de posesión y entrega, jamás va a presentarse durante ese intermedio
donde la carne hurga solo carne; donde el torbellino de fuego consume lo
poético y sugerente del sexo. Tantra auténtico es conocer, mujer y hombre, las
posibilidades de extender al máximo el preámbulo, hacia el centro. Y luego desplegar
este centro al máximo, después del final. Las adeptas de Safo conocen más de estos
preámbulos que los fogosos nietos de Sileno. Ni una pareja de mariposas
copulando, ni un par de hipopótamos apareándose, por atractivos que puedan ser,
tendrán características eróticas. El ser humano, con acceso a este nivel de la
sexualidad, no disfruta sin embargo dichos potenciales de energía. Hombres y
mujeres ignoran que la genitalidad femenina se extiende por todo su cuerpo. Las
zonas de carne y placer pueden dilatarse hasta el ámbito sentimental. En el tao
del sexo y el tantra de la vía izquierda, Vama Marga, las situaciones eróticas
de absorbente seducción ponen al eros mutuo en evidencia. Al hecho de la mujer subir
su ropa y mostrar la parte más reservada
de su cuerpo, en Grecia antigua se le llamaba anasurma. En este
intermedio, la pareja pierde lucidez al acrecentarse la materialidad. Solo se
requiere disfrutar el cuerpo del otro no como meta sino como medio.
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