LOS HAIKUS DE LAURA
Umberto Senegal

En algún distante pasado de sus
lecturas como poeta, Laura Victoria Gallego se encontró con el haiku. Se
observaron. Se sintieron afines de alguna manera. Y sin preguntarse mucho el
uno por el otro, durante algún tiempo compartieron la obvia y profunda
presencia del mundo. Sin historias literarias de por medio. La suya fue una
concurrencia tan significativa, tan determinante no solo para su vida sino para
la forma de escribir su poesía, que sin inflexibilidades métricas exigidas por
la ortodoxia de tal poema pero intuyendo cuanto el haiku como filosofía de la
vida revela del propio ser y cuanto a este le rodea, Laura lo adoptó
estéticamente, con la certeza de haber hallado en su camino literario una forma
de vivir, pensar y sentir, de confrontar la presencia el mundo con sus eventos
concretos y pasajeros, que no se las
proporcionaban otros géneros poéticos propios de la lengua castellana. Lo
adoptó como expresión literaria de temas, pensamientos, ideas, silencios,
alegrías o tristezas que no podía ni quería manifestar con otras formas
poéticas tradicionales.Y fueron amigos y confidentes durante algún tiempo. No
fue un encuentro fortuito ni superficial. Luego de varios años, sin despedidas
ni rupturas, por naturales ajetreos de la vida y exigencias ajenas a lo
poético, cada quien siguió por su camino. A todos nos sucede algo similar tan
pronto, en esta sencilla estrofa, intuimos y nos conmueven universos que
ignorábamos. “También puedo escribir centenares de estos poemas”, dicen muchos.
Una de las misteriosas cualidades del haiku: hacer sentir poeta a quien lo lee.
Comunicarle un infrecuente sentimiento poético, religioso o filosófico que
surge de aquello que en apariencia no contiene rasgos estéticos. Sin embargo,
en Laura Victoria su encuentro pretérito con el haiku, donde escribió muchos de
estos, sembró imperecederas semillas de aquella paz interior, sosiego
contemplativo del espíritu y los sentidos, para vivir el mundo con más
proximidad y autenticidad, entre la serena sencillez que solo un encuentro
lúcido con el haiku puede proporcionarle a la persona. Bassui se iluminó cuando
escuchó correr el agua de un riachuelo. Dicen las escrituras zen: “Cuando un
hombre sencillo adquiere conocimiento, se hace sabio. Cuando un sabio adquiere
comprensión, se hace sencillo”. Esta pintora y poetisa quindiana desentraña,
con el transcurso de los años y su reencuentro con el haiku, otros niveles de
sus vivencias poéticas. Laura escucha a diario cuanto por el mundo le habla, le
susurra o se silencia, dejándole ver la majestuosa sencillez de lo real. Remolinos de pétalos. Más de un centenar de gráciles haikus, momentos de éxtasis,
contemplación estética de aquello que parece trivial o insulso; paz y alegría
existencial ceñidas a los tres versos, a la brevedad e ineludible sugerencia de
dichos poemas.
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