A pesar de ser su principal riqueza
topográfica, muchos calarqueños no valoran ese monumento natural espléndido,
colmado de históricos matices y fecundado por la mítica ensoñación, que es
Peñas Blancas, situado en el corregimiento de La Virginia, del nombrado
municipio. Codiciando alegóricas riquezas ocultas en sus entrañas, los
quindianos han perdido de vista la apreciación de sus auténticos e intasables
tesoros, allí siempre visibles para personas que con espiritual sensibilidad
peregrinen por estos parajes.
Siglos atrás, Peñas Blancas fue
santuario de los indios Pijao. Centro ceremonial de ofrendas e inmolaciones en
honor de dioses solares, donde por igual se veneraban altas figuras de su
panteón religioso como Locomboo y Nacuco, o ídolos secundarios por el estilo de
Lulomoy y Eliani. Su privilegiada ubicación y su estructura ideológica
resaltada por las naturales pinceladas blancas, impresas con intensidad sobre
las pulimentadas lajas verticales, se han vuelto tan comunes para los
habitantes de la región, que se hace necesario redescubrirlas, insistiendo por
todos los medios sobre el imponderable valor cultural, ecológico, turístico e
histórico que dichas peñas poseen.
Es el único sitio de su género en el
Quindío que, con leyenda e historia propia, atavía además su magnificencia
paisajística con la literatura que a su alrededor han escrito autores como
Rodolfo Jaramillo Ángel, Antonio Cardona, Jaime Lopera, Argelia Osorio y Héctor
Ocampo Marín, elementos de los cuales carecen otros bellos ámbitos del
departamento.
Lugar de ceremonias Pijao, Peñas
Blancas era -y continúa siéndolo- irradiante centro de Poder chamánico desde
donde los mohanes orientaban diversas actividades del citado pueblo aborigen.
“El control de los poderes sobrenaturales, estaba en manos de los mohanes,
verdaderos shamanes, que tenían como misiones fundamentales predecir el
resultado de las futuras campañas y curar las enfermedades”, precisa Samuel
Lucena Salmoral, el investigador que más se ha ocupado de los Pijao en la
conquista, gracias a la oportunidad que tuvo de conocer numerosos documentos
inéditos en el Archivo de Indias, en Sevilla, España.
En las grutas de Peñas Blancas se
efectuaban prácticas mágico-religiosas en honor de las dos principales
divinidades de la mencionada comunidad: Locomboo y Nacuco.El cacique Calarcá
fue un influyente hechicero, iniciado en los milenarios secretos precolombinos
de los mohanes, quienes “constituían una categoría social muy respetada por el
Pijao”, según anota Lucena. Peñas Blancas, dentro del territorio dominado por
estos, fue el santuario más célebre y reverenciado no solo por las funciones religiosas que
desempeñaba, sino porque también era centro de las actividades de resistencia
de Calarcá contra los españoles. Fue oratorio ocasional de los Putimae,
Quimbaya, Bulira, Maito, Cacataima y los
Otaime.
A Locomboo se le describe con rasgos
propios de una deidad benévola y propicia. Tiene el significado , no se sabe si
lingüístico o religioso, de “abuela del tiempo y abundancia del mismo”,
creadora de todas las cosas menos del mundo, En su honra, los Pijao celebraban
en las laderas de Peñas Blancas una fiesta anual donde, con paja menuda
confeccionaban la figura de una persona, la cual se rellenaba con legumbres,
frutas y masato. La subían hasta el sector más inclinado de las laderas
circundando a Peñas Blancas, y luego de calcular y marcar en el suelo hasta
dónde podría rodar, arrojaban el muñeco cuesta abajo corriendo todos tras él. Quienes llegaran
primero que el muñeco al sitio demarcado, tendrían buena suerte el año
venidero. Los rezagados, sufrirían un año funesto.
Tal ceremonia mágica, lúdica y
deportiva, tenía un director. Antagónico a Locomboo, era Nacuco, dios malévolo,
principio personificador de lo material,
creador del mundo, preservador de la realidad concreta del río y la montaña,
del árbol y el ave, el maíz y la batata, la piedra y la semilla. Lucena Salmoral
escribe: “Este dios existió en la realidad yfue un indio de grandes poderes
sobrenaturales, ya que predecía el futuro y hacía milagros”.
El cacique y mohán Calarcá, hacía
parte de la cadena iniciática entroncada con Nacuco, de aquí su encarnado amor por la tierra y la
imposibilidad para aceptar la adversa presencia del invasor ibero. Previo un
sencillo ritual chamánico que dispone para soportar la extrañeza de otra
realidad, quienes acampen en determinado sector de Peñas Blancas acompañados de
rectitud mental, limpios de corazón, de
cuerpo y de sentimientos, experimentarán en altas horas de la noche o comienzo
de la madrugada, un particular susurro reverberando a lo largo y ancho de las
Peñas. Se distingue con absoluta claridad de cualquier otro sonido. Son claras
y peculiares voces de lenguaje incomprensible, pero cuyas modulaciones ejercen
reconfortante alivio corporal. Gozoso sentimiento de unificación con el mundo
cuyo efecto sedante puede durar hasta siete horas. Son los etéreos rumores del
intemporal diálogo que en Peñas Blancas sostienen Locomboo y Nacuco.
Conversación melodiosa, absorbente e impositiva.
hola, kisiera acerkarme un poko al llamado dios nacuco o nanuco, ¿dónde se puede enkontrar información al respekto?
ResponderEliminar