domingo, 10 de abril de 2016

Textos publicados en el diario La Crónica del Quindío



SOCIEDAD NEOZOMBI


Si los cyborgs van camino a la humanización y a tomar conciencia de ellos mismos, indefenso y maleable en altos porcentajes el ser humano marcha rumbo a la condición zombi, con características posmodernas, donde los procedimientos para dicha mixtura sicofísica no son las sangrientas ceremonias del vudú, ni las lóbregas artes nigrománticas, sino los apéndices tecnológicos menos siniestros, sin iniciáticos esoterismos pero en el fondo más deletéreos. Estos zombis tecnológicos descuartizan su existencia entre el perfil de Facebook, las novedosas tendencias de Twitter, los comadreos por Whatsapp, la actualización del blog en Tumblr y la difusión de sus fotos en Instagram. Sociedad neozombi manufacturada por mentes en la sombra, programando cuanto consideramos nuestro libre albedrío. Para Karsten Gerloff, mientras en el actual mercado tecnológico mundial Facebook define quiénes somos, y Amazon establece cuanto deseamos, Google a su vez determina aquello que pensamos. Yo, tú, él, nosotros, vosotros y ellos, zombis de la más exigua a la más alta gama tecnológica. De cuantas clases de zombis tienen la literatura y el cine, el actual híbrido es el menos inquietante: Neozombis tecnológicos del siglo XXI que no producen pánico. Somos piezas cotidianas del paisaje urbano. La embelesada caterva aumenta día tras día. No hay extrañeza alguna con ellos. No están infectados por letales virus terrestres o alienígenas. El virus lo inoculan donde compramos el celular. Es el camino de la evolución biológica a la tecnológica, consciente e inteligente, no adaptable a simples usuarios de celulares y otros implementos. El éxito para producir tal sinfín de zombis sin convulsiones macabras y sin ganas de atragantarse con el vecino, radica en la familiaridad con que pueden ser aceptados, absortos e inofensivos en las pantallitas de sus aparatos. El mundo no existe para ellos cuando se deslizan, pasivos, acríticos, anómicos, sonámbulos, por los lugares que digitan en la pantalla. Creen decírselo todo enviándose emoticones, digitando desabridos ja- ja- ja y pueriles “me gusta”. El mundo con sus esplendores, acontece en vano para ellos. El personaje real a su lado no vale tanto como ese amigo fantasma virtual, uno más entre centenares a los cuales remiten idénticos mensajes, participando frívolos en las mismas insulsas convenciones socioculturales. Jesús Amaya Guerra, catedrático de Didáctica General de la Universidad de Monterrey, explica al respecto: “El lóbulo frontal se inhibe, afectando la inteligencia ejecutiva, la toma de decisiones, el control de impulsos, la conciencia de causas y efectos, las metas y el esfuerzo”, agregando, “el zombi tecnológico es un adicto. Su organismo produce dopamina cuando está frente a la pantalla.” Literariamente, el zombi tradicional es un muerto; los infectados, no. Mientras estos pueden matarse, los primeros deben destruirse. El neozombi no requiere lo uno ni lo otro: está domesticado, es inofensivo. Compra novedades y nada cuestiona.

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