domingo, 10 de abril de 2016

Textos publicados en el diario La Crónica del Quindío


SÁNDOR MÁRAI: LARGA AGONÍA




Desde su libro Cartas a Poseidón, el perenne viajero por geografías, libros, sociedades y almas, Cees Nooteboom, me indujo a leer los últimos Diarios de Sándor Márai, a quien considera “un espíritu clarividente en un siglo, largo y oscuro, de fascismo y comunismo, de fronteras en perpetuo desplazamiento”. Siete de enero de 1984: empezó a escribir su último Diario. Napló, designa al conjunto de los volúmenes escritos a lo largo de su vida. Enero 15 de 1989: lo concluyó, treinta y siete taciturnas noches antes de suicidarse el 21 de febrero, de un disparo de revólver en la cabeza. Con clamor parecido al de los mortificados personajes del noruego Kjell Askildsen, este desamparado húngaro afirma que “quien sigue en este mundo después de cumplir los 80 se limita a llevar una existencia vegetativa, no una auténtica vida”. En un campo de tiro, practicó con su arma para no fallar en el momento elegido. “Todo es mentira: lo que los curas, los médicos y gente de toda clase masculla sobre la muerte. La realidad de la muerte es asquerosa”, dijo. Y se liberó de su despoblada vida a los 89 años de edad. “La muerte está muy cerca. Percibo su olor”. Dijo. Hedor de asco. Este, el más dramático libro suyo, es imperturbable balance de muerte y de muertos a partir de su declinación física y mental pero, en particular, de tener que presenciar impotente la agonía y deterioro físico de su esposa, adelantándosele en suplicios e inconsciencias, igual de marchita que él. Asegura Sándor: “La muerte no constituye un problema. El hecho de morir, sí”. La literatura le da asco. Amargura y soledad total entre libros. De la vida se emigra con dignidad solo a través del suicidio. ¿Te expondrás con estos Diarios? Si hospedas más de 50 años y alguna deletérea inclinación por el suicidio, puedes resbalar. Si tienes menos, no te aventures: su lectura te emponzoñará el alma dándote razones para abandonar el mundo a cualquier edad. Muerte y suicidio son componentes filosóficos de este libro despiadado donde, sin indulgencia para consigo mismo, Márai se desmorona frente al lector. “La realidad de la muerte es asquerosa”. Una pareja de ancianos extinguiéndose. En algún momento su esposa Ilona balbucea: “Qué lento muero”. La de ambos fue una pausada y lánguida agonía y parsimoniosa muerte. Cuando el escritor se suicidó, ya estaba muerto desde algunos meses atrás. Categóricas, aforísticas consideraciones sobre la muerte, con la poesía mirando de reojo, sin apoyarse en ninguna esperanza, matizadas por sus juicios sobre literatura húngara. Sin fe en ningún credo. No confesó a qué olía su muerte. “La muerte está muy cerca, percibo su aliento, su olor”. Quédate en la playa. ¡Ay, mar!

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