POETA EN NUEVA
YORK
Umberto Senegal
Poeta en Nueva York. Leerlo a las tres de la madrugada mientras una
obstinada llovizna de melancolía acompaña las miradas del perro a nuestro lado.
Con miedos taciturnos que ignoramos de dónde vienen, si del cuerpo removiéndose
entre los objetos y el vacío o de la conciencia alerta en otros niveles de
conocimiento y poesía. Hablar con sus metáforas para no afrontar personales interrogantes
a la vida y la muerte. Poesía y poema son silogismos de las verdades que
florecen en cada verso de este libro. Miedo y agonía al reconocernos carne y
pensamiento extinguiéndose sin consuelo. Evaporándonos mientras nos aferramos a
la música. O a la múltiple repetición del mantra misericordioso para prolongar una
hebra de alegría o un instante de éxtasis. La poesía como refugio cuando la
oración no alcanza. No es igual releerlo en la madurez. El lenguaje de Lorca y
sus ansiedades, humana belleza de sus imágenes y ritmos, los colores y contexturas
lingüísticas de sus metáforas, nos tienden puentes de palabras para divagar con
la incierta eternidad. Esta Nueva York de sus poemas, que se encumbra y
desploma, se pulveriza y se reconstruye desde la agonía hasta el amor y desde
la certeza del desamparo hasta incertidumbres de la vida, bien puede representar
una amorfa megápolis o un individuo. No sugiero leerlo de noche. Ni en la
madrugada. Con aguacero de fondo, mucho menos. Lorca no es el mismo cuando en
el parque de Pijao leemos su libro bajo el sol de la mañana: “…yo no soy un
hombre, ni un poeta, ni una hoja,/ pero sí un pulso herido que sonda las cosas
del otro lado”. ¿Hay nombres para
recoger en la racionalidad de nuestro excelso castellano, sus visiones en los
poemas de este libro? Qué torrentes de universos en alfileres blancos, en una
gota de sudor sobre la piel de un negro. Cuando pensamos que la metáfora
termina y el poeta soñó cuanto tenía para crear con la palabra, brotan flores de
prodigiosos peldaños hacia realidades solo perceptibles desde la imagen lorquiana. ¿Hay quién se llame poeta
sin haber leído este libro? Manual de salvación para no confiar en nirvanas ni cielos
situados más allá de las palabras. Si no lo has leído, excelente. Quédate con
tu pedestre rutina y deja que la poesía
fluya y se evapore, exhalación de rocío, ola y océano, en los sentidos y el ser
de otra gente. Esa Nueva York de Lorca es la ciudad que se eleva desde tus
dedos, por tu cintura y tu cabeza, hacia los horarios de trabajo y los gestos que
vistes a diario para sobrevivir. De Ana Belén, Enrique Morente o Leonard Cohen,
podrías escuchar, musicalizado, el surreal poema Pequeño vals vienés.
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