NAVEGANDO EL
POEMAR
Umberto Senegal
Desde cuando por beberme Altazor, la embriaguez del lenguaje con sus
símbolos poéticos cascadeando desde el creacionismo huidobriano removió
mis conceptos de poesía, verso, ritmo y metáfora; desde cuando ese apocalipsis
verbal sucedió y resido en la paradójica belleza de toda clase de distorsiones lingüísticas,
nómada por el “montazonte del horitaña” y el canto de las “golonrimas”, no
había descubierto en mis lecturas otro reto al lenguaje poético, simbiosis de
historia, ficción, creatividad y música, como el maremoto lingüístico oleando poemas,
versos, párrafos, cadencias, consonancias y euritmias, -erudita información
histórica y mitológica-, banquete oceánico de magistral poesía, de la magnitud -¡marnitud!- del libro PoeMar (2004) del narrador mejicano Fernando del Paso. A este autor
lo había leído en sus descomunales novelas José Trigo,
Palinuro de México y Noticias del Imperio. Pero desconocía sus
poemas. Decantado encanto del canto neobarroco, en la poesía latinoamericana
del siglo XX, cuya estructura fricciona las ideas de Kristeva
sobre el enunciado poético pleno de pulsiones, sentimientos y corporalidad no a
través de significados del texto sino mediante la articulación del espacio
semiótico. Para tan refiletrado legatario de Lezama, su neobarroquismo
poético es reacción estética contra poéticas basadas en la lengua
coloquial con fines políticos. Siempre que lo releo a solas, o cuando con personas atentas exalto algunos de
sus textos, me empoemo y me empalabro. Me enluno y me ensolo. Me palabranto y
encantilo con el arterial fuego de sus versos. Si existe un libro superior donde
al mar, como rito del grito, se le haya escrito, descrito y reescrito, caracol
por caracol, espuma por espuma, ola tras ola y gota por gota hendido y
navegado, flotado y zarpado y atravesado por el poema, sobrevolado por versos y
estrofas de heterogéneas medidas fusionando historia, literatura y mitología de
manera exhaustiva, según lo hace del Paso en esta obra; si algún poeta pretérito
o contemporáneo, con el mar por trama y drama y rama como personaje, realidad o alegoría, ha sido capaz de ahondar razones del
cuerpo, la esencia y la conciencia del mar según las fragua Fernando en esta
oceánica epopeya de agua salada, transfigurada en lírica miel, hágamelo saber
para embarcarme, ya no en la balsa de sándalo y ébano con la cual navego por
esta obra, sino en la galera que condujo a Ulises hasta Ítaca, en su regreso. Y
reposar entonces en ese espacio donde, para mí, solo existen las palabras de la
poesía. El embrujo de estos universos que encuentro cuando mi espíritu, frente
a las asperezas del hombre y la sociedad actuales, se refugia en el lenguaje
poético: “Para cantarle al mar, me descerebro,/ me despeño en mí mismo y me
celebro,/me araño los deseos y me ofrendo”, dice Fernando.
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