lunes, 25 de septiembre de 2017

EN UN LUGAR DEL EROTISMO. Umberto Senegal

EN UN LUGAR DEL EROTISMO
Umberto Senegal

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Para algunos pocos diletantes del placer y delicatessen de la eroticidad, lo fascinante del sexo converge en el principio y el desenlace del acto sexual. Cuanto sucede entre tales extremos, es la predecible fase brutal del encuentro, invariable en su instintivo desenfreno. La energía trepidando en este momento, es diferente. Lo erótico se evidencia en las pulsaciones del preludio: palabras, fragancias, agitaciones, humedades y caricias. Y en estremecimientos del desenlace, donde a los protagonistas de tan sutil variedad erótica les aflora cuanto a la mayoría les languidece en sus encuentros. Nuevas sensaciones. Acrisolados tanteos del propio cuerpo y del ajeno. Para incontables individuos, dicho acto se apretuja en el agotamiento de cuanto sucede entre el comienzo y el final, donde la pareja resbala sin imaginación. Jadeante. Urgida entre el pulposo remolino de carne. Ahí termina el precipitado éxodo material por los rincones del cuerpo. De aquí  los tristes finales de uno y otro. Animal post coitum triste, dogmatiza el axioma. Les sucede esto porque, al no extender el tiempo del preámbulo y no saber cómo llegar más allá del lapso final, cuanto practican en el intermedio no trasciende las características del rudo apareamiento. Sus reacciones orgánicas no son diferentes a las de cerdos, gallos, ratas o perros. Es la actitud erótica de la pareja, pero en particular de la mujer como seductora, el componente que aporta categorías de mayor intensidad al encuentro sexual. Lo erótico, con sus mixtos niveles de posesión y entrega, jamás va a presentarse durante ese intermedio donde la carne hurga solo carne; donde el torbellino de fuego consume lo poético y sugerente del sexo. Tantra auténtico es conocer, mujer y hombre, las posibilidades de extender al máximo el preámbulo, hacia el centro. Y luego desplegar este centro al máximo, después del final.  Las adeptas de Safo conocen más de estos preámbulos que los fogosos nietos de Sileno. Ni una pareja de mariposas copulando, ni un par de hipopótamos apareándose, por atractivos que puedan ser, tendrán características eróticas. El ser humano, con acceso a este nivel de la sexualidad, no disfruta sin embargo dichos potenciales de energía. Hombres y mujeres ignoran que la genitalidad femenina se extiende por todo su cuerpo. Las zonas de carne y placer pueden dilatarse hasta el ámbito sentimental. En el tao del sexo y el tantra de la vía izquierda, Vama Marga, las situaciones eróticas de absorbente seducción ponen al eros mutuo en evidencia. Al hecho de la mujer subir su ropa y  mostrar la parte más reservada de su cuerpo, en Grecia antigua se le llamaba anasurma. En este intermedio, la pareja pierde lucidez al acrecentarse la materialidad. Solo se requiere disfrutar el cuerpo del otro no como meta sino como medio. 

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