miércoles, 8 de agosto de 2012

LOS GUADUALES DEL QUINDÍO





Reverencio la imperturbabilidad, serena o entre el viento, y a veces bajo la lluvia, onírica entre la neblina, como se encorvan las guaduas y guaduales de mi región.

Son verticales y a veces oblicuos poemas verdes sin palabras. Ellos son la metáfora concreta del paisaje. Nada simbolizan: son la prolongación vertical de las superficies rurales del Quindío. Danzas sin esquemas trazados para levitación de los sólidos, para la complementadora presencia de los demás colores y la incesante manifestación impresionista de los verdes desde el amanecer hasta el anochecer. 

Un fotógrafo podría captar las decenas de verdes de un guadual si no tiene prisa para esperar el paso de los minutos sobre ellos, el vuelo de las aves, las mariposas y la luz del sol o de la luna y las estrellas sobre estos. En particular del verdequindío. 

Solo en este lugar del mundo existe el verdequindío, síntesis de los 103 tonos del verde registrados por la cromatografía. Estos son algunos y todos se esparcen por los doce municipios del Quindío, sobre sus frutas, desde sus flores, por la frondosidad de sus árboles o entre la humilde presencia de las exiguas yerbas: Turquesa, umbra verde, verde abedul, verde abeto, verde cromo, verde eucalipto, verde fieltro, verde heliógeno, verde lago, verde mayo, verde ópalo, verde pino, verde sólido, verde viridiano…

El verdequindío es el tono 104. Reverencio la verde condición de las guaduas doblándose en ángulos de recatada altivez. Son dúctiles y soberbias. Arquitecturales, para estilar este neologismo adaptable a los movimientos de un guadual bajo el viento o entre aguaceros. Se mecen solas o en conjunto, acentuando su verde enlluviado. Verde brisa y viento verde. Las extensiones de verde en el Quindío, desde una hoja de yerbabuena perfumando la mano hasta las oscuras montañas, siluetas del horizonte, son elementos capaces de inducir un satori.

Incorpórea danza de la fronda quindiana, consolidando la identidad sacra y sosegada de nuestro paisaje. Por todos los rincones de los pueblos quindianos, hay guaduales danzando. No confíes en su aparente rigidez. Es una de nuestras riquezas naturales. Si no sabes ver un guadual o percibir una guadua, si a pie o en automóvil no tienes tiempo para contemplar los guaduales, para leer cuanto con levedad rasguean en el aire más transparente de Latinoamérica, evita entonces visitar este departamento porque te perderás su mayor manifestación poética y pictórica: los guaduales. 
Las guaduas en movimiento o inmóviles, en cualquier hora del día o la noche, se revisten con los colores del amanecer o del atardecer, sin menoscabo de su color. Cuando los guaduales están inmóviles, cuando cada guadua medita, quieta y silenciosa, están mirándote de frente aunque parezcan buscar algo en el suelo. Son tan serenas. Tan de todos los verdes.


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