Umberto Senegal: Señor Derrida, tengo una confusión entre las
palabras pensar y pesar, tal vez usted quiera…
Jacques Derrida:
“Ciertamente, para reconocerle una carga cuyo alcance intentaré pesar
dentro de un momento, para sopesar entonces su gravedad, para aguantarla,
cuando no para pensarla. ¿A qué se llama “pesar”? ¿A un pesaje? Tanto en latín
como en francés, pensar es también pesar, compensar, contrabalancear, comparar,
examinar. Para esto, para pensar y pesar, es preciso pues llevar (tragen, quizá), llevar en sí y llevar
sobre sí. Suponiendo que pudiéramos apostarlo todo a la etimología -cosa que yo no haría nunca-, está claro que
no tenemos en francés la suerte de esa proximidad entre Denken (pensar) y Danken (agradecer). Nos cuesta traducir
preguntas como las que hace Heidegger en Was
heisst Denken. Sin embargo, aunque no tengamos la suerte de esa colusión o
ese juego entre pensamiento y gratitud, y aunque el intercambio del
agradecimiento corra siempre el riesgo de ser una compensación, en nuestras
lenguas latinas tenemos esa amistad entre pensar y pesar (pensare), entre el
pensamiento y la gravedad. Entre el pensamiento y el llevar sobre sí”.
Umberto Senegal: Muy bien, me queda claro. No había caído en la
cuenta de cuanto usted me especifica. Esa sutil diferencia entre el Denken y el
Danken heideggerianos. Por un lado, lo
entiendo, pero por otro lado…
Jacques Derrida: Amigo Senegal, “no desplegaré aquí –no dispondré
de tiempo para ello y he intentado ya hacerlo en otro lugar- protocolos de
naturaleza teórica o metodológica. No diré nada en forma directa de la frontera
infranqueable –aunque siempre abusivamente franqueada- entre, por un lado, indispensables enfoques formarles
pero así mismo temáticos, multitemáticos, atentos, como tiene que estarlo toda
hermenéutica, a los pliegues explícitos e implícitos del sentido, a los
equívocos, a las sobredeterminaciones, a la retórica, al querer decir
intencional del autor, a todos los recursos idiomáticos del poeta y de la
lengua, etc, y, por otro lado, una
lectura-escritura diseminal que, esforzándose por tomar en cuenta todo eso y
dar cuenta de ello, respetar su necesidad, se dirige también hacia un resto o
un excedente irreductible. El exceso de ese resto se sustrae a cualquier
reunión en una hermenéutica. Vuelve necesaria esta hermenéutica, la vuelve
también posible, entre otras cosas, la huella de la obra poética, su abandono o
su supervivencia más allá de tal o cual firmante o de cualquier lector determinado
Sin ese resto ni siquiera existiría el Anspruch,
la conminación, el reclamo ni la provocación que canta o hace cantar en todo
poema”.
Umberto Senegal: Tal excedente irreductible de naturales
características hermenéuticas, me induce a pensar en su relación con el
acontecimiento. Y vuelvo a pensar en Heidegger…
Jacques Derrida: No se equivoca
en su relación, apreciado poeta. “Curiosamente, en la medida al menos en
que el pensamiento de la Ereignis en
Heidegger no estaría tornado solamente hacia la apropiación de lo propio (eigen)
sino también hacia una cierta expropiación que el mismo Heidegger nombra (Enteignis). La prueba a que nos somete
el acontecimiento, aquello que en la prueba a
la vez se abre y resiste a la experiencia, es, me parece, cierta inapropiabilidad de lo que sucede. El
acontecimiento es lo que sucede y al suceder llega a sorprenderme, a sorprender
y a suspender la comprensión: el acontecimiento es ante todo lo que yo no comprendo. O mejor: el
acontecimiento es ante todo que yo no
comprenda, el hecho de que yo no comprenda: mi incomprensión. Este es el
límite, a la vez externo e interno, sobre el que quisiera insistir aquí: aunque
la experiencia de un acontecimiento, el modo bajo el cual nos afecta, precisa un
movimiento de apropiación (comprensión, reconocimiento, identificación,
descripción, determinación, interpretación a partir de un horizonte de
anticipación, saber, denominación, etc.), aunque este movimiento de apropiación
sea irreductible e inevitable, solo hay acontecimiento digno de este nombre en
donde esta apropiación fracasa en una
de las fronteras. Pero en una frontera sin frente ni confrontación, una
frontera contra la cual la incomprensión no choca de frente, pues ella no tiene
la forma de un frente sólido: ella se escapa, permanece evasiva, abierta,
indecisa, indeterminable. De ahí la inapropiabilidad, la imprevisibilidad, la
sorpresa absoluta, la incomprensión, el riesgo de engañarse, la novedad
inanticipable, la singularidad pura, la ausencia de horizonte”.
Umberto Senegal: Lo comprendo cabalmente, señor Derrida, no se me
escapa nada de cuanto me explica ni intento apropiármelo. Aunque, al escucharlo,
no sé si corro el riesgo de engañarme. Sus razones calan hondo, son fuertes,
provienen de un pensamiento vigoroso…
Jacques Derrida: “Esta doble cuestión (a la vez semántica e
histórica, por turno semántica e histórica) habrá dado cuenta de mí; y habré
tenido que ceder tanto ante su fuerza como ante su derecho. Su razón, la razón
del más fuerte, habrá sido la de la mayor fuerza. Como acabo de decir “a la vez
semántica e histórica, por turno semántica e histórica”, diciendo así por turno
“a la vez” y “por turno”, inscribo aquí, nada más empezar y de una vez por
todas, un protocolo que debería velar sobre todo lo que viene a continuación.
Cada vez que diga “vez”, “a la vez”, “una que otra vez”, “dos veces”, “cada
vez”, “toda vez que”, “de vez en cuando”, “algunas veces”, “otra vez”, “en vez
de”, hay implícita una referencia al turno y al retorno. Y esto no se debe
solamente a la etimología latina de la palabra “vez”, es decir, esa extraña
palabra vicis que no tiene
nominativo, solamente genitivo, acusativo, vicem,
y ablativo, vice, cada vez para significar
el turno, la sucesión, la alternancia o la alternativa (esto rota
invirtiéndose, por turno, alternativamente o viceversa, como en viceversa o en “círculo vicioso”).
Umberto Senegal: Ya lo veo. Cada vez que lo escucho, bien por el
lado semántico o el histórico, mis pensamientos se ordenan, hay claridad no
solo desde cuanto me explica sino en mi íntima asimilación de sus ideas, señor
Derrida. Lo entiendo como la posibilidad de la comprensión, en este caso,
dialogando con usted, mi particular
posibilidad del menos fuerte, no im-posible…
Jacques Derrida: “Le contrapondré, en primer lugar todas las figuras de lo que sitúo bajo el epígrafe
de lo im-posible, de lo que debe
seguir siendo (de una forma no negativa) ajeno al orden de mi posibles, al
orden del “yo puedo”, de la ipseidad, de lo teórico, de lo descriptivo, de lo
constatativo y de lo performativo ( en la medida en que este último implica
todavía un poder del “yo” garantizado por unas convenciones que neutralizan la
acontecibilidad pura del acontecimiento: y la acontecibilidad del por-venir
excede también esta esfera de lo performativo). Aquí se trata, al igual que en
la venida de cualquier acontecimiento digno de ese nombre, de una venida
imprevisible de lo otro, de una heteronomía, de la ley que viene del otro, de
la responsabilidad y de la decisión del otro –del otro dentro de mí más grande
y más antiguo que yo”.
Umberto Senegal: Sí, no hay la menor duda de esto. Por ejemplo, la
acontecibilidad de este diálogo que ocurre gracias a mi decisión por
escucharle, por buscar luces en sus libros capaces de alumbrar al individuo en una
época de oscuridades semánticas, lingüísticas y filosóficas donde vida y muerte
se nos confunden como ideas o realidad, ¿no cree, señor Derrida? Hay un orden
visible…
Jacques Derrida: “Tratándose del orden”, amigo Senegal, “es decir de la subordinación de las
cuestiones, de lo que es previo y está
preordenado (vorgeordnet) o, por el contrario, de lo que es ulterior y está
subordinado (nachgeordnet), Heidegger
multiplica las proposiciones programáticas. Estas parecen firmes. Los saberes
ónticos (antropológicos o biológicos) ponen en marcha ingenuamente unos
presupuestos conceptuales (Vorbegriffe)
más o menos claros sobre la vida y sobre la muerte. Requieren, pues, un esbozo
preparatorio, una nueva Vorzeichnung
a partir de una ontología del Dasein,
a su vez preliminar, “preordenada”, previa
a una ontología de la vida. “Dentro de una ontología del Dasein preordenada a una ontología de la
vida (Innherhalbder einer Ontologie des
lebens vorgeordneten Ontologie des
Daseis [Heidegger subraya preordenada:
la ontología del Dasein es previa,
lógicamente y de derecho, a una ontología de la vida]), la analítica
existencial de la muerte está a su vez subordinada (nachgeordnet) a una característica de la constitución fundamental
(Grundverfassun) del Dasein”. Dicha característica, a saber,
la analítica existencial del Dasein,
es, por consiguiente, absolutamente
prioritaria; después se viene a subordinar a ella una analítica existencial
de la muerte que también forma parte de esta ontología del Dasein. Esta última está, a su vez, presupuesta por una ontología
de la vida a la que, por lo tanto, precede de derecho”.
Umberto Senegal: Me lo imaginaba, señor Derrida. ¡Exacto como lo
deduje cuando falleció mi abuela! La pobre vieja era muy ignorante y en lugar
de solicitar aclaraciones sobre las implicaciones existenciales del Dasein,
rogó que le rezaran un rosario. Fue mi madre quien lo hizo. Yo salí de la
habitación a leer a Heidegger para estar más tranquilo. La escuché toser cuando
cerré la puerta y me fui. ¿Su abuela, o su madre, señor Derrida, tosían?
Bibliografía:
Derrida, Jacques: Aporías. Paidos, Barcelona, 1988.
Carneros. Amorrortu editores . Buenos
Aires, 2009.
Canallas. Editorial Trotta, Madrid, 2005Aprender
por fin a vivir. Amorrortu editores. Buenos Aires, 2006.
La deconstrucción en
una cáscara de nuez. Prometeo Libros, Buenos Aires, 2009.
Borradori, Giovanna: Diálogos con Jürgen Habermas y Jacques
Derrida. Taurus, Bogotá, 2003.
Nota: Este es un capítulo de mi libro inédito:
Entrevistas póstumas con hombres
notables del siglo XX. Diálogos imaginarios a partir de textos reales de
los escritores, extraídos de sus libros. El objetivo es ridiculizar el discurso
vacío, el lenguaje vacío de filósofos y pensadores de nuestra época, oscuros,
enredados, intrincados al exponer cualquier idea. Sátira contra la ambigüedad
del lenguaje empleado por ellos. Burla contra quienes consideran que la
complejidad idiomática y conceptual de una exposición es inherente a la sabiduría y al
conocimiento.
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