Míreme bien. Viejo tan viejo no
soy, como para no darme cuenta del paso de los años por este pueblo y este
barrio. Esa niña por quien usted pregunta, era la más hermosa destos lados. Y
para qué, no son exageraciones, también la más sensual del pueblo y de su edad.
Las mayorcitas le cargaban envidia. Unos la deseaban de frente y la mayor parte
a escondidas. De 13 años recién cumplidos, la vi salir por esa puerta del
frente, la de madera verde donde está durmiendo el perro. Le dijo a su mamá y a
sus cuatro hermanitos cuando regrese volveré rica para sacarlos deste barrio y
ponerlos a vivir bien. Cómo no iba a escucharla si a mí también me hizo
promesas parecidas. La silla de ruedas.
Se fue sin despedirse de nadie más. No le digan nada a mi perro, recomendó, en
serio. Con un morralito donde llevaba la única ropa que tenía. Y esa belleza
que todos volteaban a mirarle.
Regresó a los siete años,
transformada en una mujer de 40. Trajo esta niña de cinco. Es el paso de los
años, mijo. Solo faltan ocho para que ella también se vaya. Tal vez ella sí
consiga con qué comprarme la silla de ruedas. Mijo, hay que tener paciencia y
yo, viejo tan viejo no soy.
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