Minutos antes del fecundo encuentro leí y subrayé en el libro Filosofía del budismo zen, del filósofo surcoreano Byung-Chul Han, un elegante haiku de Basho, comentado por aquel.
Presagiaba el diálogo que acontecería en el café libro del escritor José Nodier Solórzano, La Casa: “El corazón deja que todo acontezca/hacia allí y hacia aquí,/como el sauce”. ¿Es el encuentro con determinados libros y autores, el que aviva el acercamiento entre personas semejantes? O por el contrario, ¿el diálogo entre personas afines sobreviene para que se nos revelen temas, libros y autores? Las aproximaciones son recíprocas mientras por ahí cerca, etéreo, el esotérico ángel de biblioteca sonríe con el encuentro por él propiciado. Me sucedió con Darío, a quien Carlos me presentó, luego de complacerse con varios mojitos, coctel preferido de Ernest Hemingway cuando entraba a La Bodeguita del medio, célebre bar de la vieja Habana. Darío, es decir, mi encuentro espiritual a través de sus palabras, con uno de los más trascendentales teólogos del siglo XX: Hans Urs von Balthasar. Mi repatriación mística al cristianismo, del cual he sido inmigrante, a través de la obra del pensador católico. Encuentros donde se materializan señales, sigilos y palabras con los libros y autores como puentes, hermanándonos en la información compartida. Este atardecer, ¿posiblemente alborada?, en La Casa, balsámico por la mezcla fragante del café y la aromática de yerbabuena. Diálogo informal no previsto, cargado de afectos literarios. Darío, presentándome a Urs. Yo, hablándole de Pachita, la asombrosa chamana de Méjico. Y de Jacobo Grinberg. Si Urs hubiese asistido a las curaciones de Pachita, habría observado en ella la presencia de Dios que vio también en su amiga la mística y visionaria Adrienne von Speyr. En las teorizaciones sobre Verdad, Bondad y Belleza como expresiones privilegiadas por Dios, que von Balthasar desarrolla en sus heterodoxos planteamientos teológicos, Pachita habría descubierto nuevas luces Crísticas iluminando sus virtudes chamánicas. No conocía yo a Urs, convocando aquí mis búsquedas interiores desde la reflexiva exposición de Darío. A Hans, sus contradictores le incriminaron por resaltar el aspecto seudomístico y ecuménico modernista. Von Balthasar afirmó: “La mirada goethiana debe ser aplicada al fenómeno de Jesús y a las convergencias de las teologías neotestamentarias”. Sublime idea, eje de su Teodramática. Le censuraron porque, al componer este los avances teológicos con categorías estéticas, filosóficas y dramáticas de diversas esferas contemporáneas, una facción retardataria de la iglesia católica consideraba su ecumenismo como apuesta de apostasía. Más atractiva se me hizo su teología al trazarme senderos donde la heterodoxia es brújula que me guía. A la manera de Buda, Urs recibió el llamado de su vocación bajo un árbol, en Selva Negra, Alemania, donde “Sentí el impacto de algo así como un relámpago”.
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