No pertenezco a la oscurantista piara antitecnológica de ludistas o neoludistas. Soy ecuánime usuario de elementos tecnológicos que llegan a mis manos, facilitándome emplearlos en la medida de mis conocimientos y capacidad económica para adquirirlos.
Como escritor, distingo dos fases históricas en mi forma de escribir: antes de internet y con este. Procesos mecánicos que empleo al máximo, facilitándome procedimientos de escritura y corrección que años atrás me demoraban mucho tiempo concluirlos. Gozoso geek, me dejo seducir por ellos en mi computador. Hago evidente esto porque, de todas maneras, propongo reaccionar contra personas que cuando estás con ellas te postergan, dedicándose a conversar por sus móviles con otros individuos. Digitan como si no estuvieras presente. Propongo suspender el diálogo que sostengamos con ellas. No ser inferior a las exigencias que ese móvil hace a tu interlocutor. Reaccionar como persona cuya intimidad es interrumpida por la llamada que aquel recibió o hizo a tu lado. Perturbaciones desgajando acentuados diálogos, momentos de intimidad entre ambos, el expresivo entusiasmo de una compañía, una mirada o sentimientos de fraternidad. Si la persona con quien se comparte un espacio determinado hace o recibe varias llamadas, peor es la impresión de postergamiento. Entonces, te propongo irte. Abandonar sin sensiblerías a tu contertulio. ¿Seguirás esperando, paciente, reanudar la conversación donde el otro no recuerda qué estabas diciéndole? ¿Aparentas ser tolerante, aunque en tu fuero interno te planteas no frecuentar más a ese neozombi? Puedes reaccionar como lo hacen todos: sacar tu móvil y hacer lo mismo frente a esa persona. Precipitarte en igual fenómeno tecnológico deshumanizante. Te propongo dejar allí a esa persona que arrincona tu compañía. Despedirte despreciativo. Sin ningún protocolo, abandonarla allí donde está obsesionada con su objeto. Facilitar tu sitio al interlocutor cercano, pero distante de quien habla. Con mayor razón, si el sujeto no tiene la cortesía de disculparse por interrumpir el diálogo contigo. Te propongo reaccionar contra esta mecánica variedad de robotsapiens. Pero… si no te importa porque eres igual que ellos, te sugiero entonces no patalear. Hacer parte, tú también, del tecnológico condicionamiento. Incrementar el mazacote de personas, juntas en apariencia, con su centro de gravitación en la fascinadora pantallita. Te propongo no capitular tu sensibilidad con esos procesos naturales de nuestra época virtual. Si te complaces escuchando diálogos de otras personas, sus intimidades, lenguajes en clave contigo presente, regodéate entonces escuchando a tu interlocutor. Sigue la corriente de sus ideas. Sé tercero o cuarto en ese diálogo. Otra solución: cuando tu interlocutor termine de conversar por el celular y se proponga regalarte algún minuto de atención, manipula entonces tu cajita y dedícate a hablar con otra persona. Juega. Mira el Whatsapp, Facebook, fotos, mensajes. Podría proponerte otras actitudes pero… ¡están llamándome por mi smartphone!