Los poemas de Nietzsche

Dice Friedrich en uno de ellos: “Solo soy un creador de palabras: /¿qué importan las palabras? / ¿qué importo yo?”. Poemas lacónicos la mayor parte.
Lapidarios en sus enunciados de
riguroso conceptualismo donde poeta y filósofo no se rechazan, pero este
preanuncia su mensaje vital. Y señala en otro: “Restos de estrellas:/de
estos restos formo mi mundo”. El primero, con tres versos. El segundo,
con dos. Y este de uno solo, como para reflexionar dónde comienza y
termina la poesía y dónde es lúcida o se torna irracional la filosofía:
“Una taberna junto a cada tienda”. Nietzsche, poeta de estrofas y versos
circunscritos a la corriente postromántica quien participando, a
sabiendas o no, de temas, ideas y estética del simbolismo de libre
versificación, intenciones metafísicas y el lenguaje como instrumento
cognoscitivo, tiene entre sus poemas este, que es un haiku perfecto, con
sus tres líneas y objetiva descripción, aunque el filósofo nunca se
aproximó a tal forma poética nipona: “Un cansado viajero,/al que recibe
un perro/con recio ladrido”. Total percepción del instante. Filosofía
zen que no imaginamos en el creador de Zaratustra.
Este volumen con la poesía completa del
filósofo alemán, traducido y prologado por Laureano Pérez Latorre,
reúne de manera minuciosa y sistemática todos los poemas escritos como
tales por Nietzsche, desde sus 25 años de edad hasta los 44. Gran parte
de estos, axiomáticos. De hermética forma y contenido, adoptando el
tenue ropaje del aforismo para presentarse más desnudos. Se
autocuestiona como poeta: “Mientras hacía versos a brincos /¡epa! de
estrofa en estrofa, /di en reír y reír de improviso, /y me duró un cuarto
de hora. /¿Tú, un poeta? ¿Tú, un poeta? / ¿Tan mal te funciona el seso? /
“Sí, señor, usted es un poeta” /, respinga el picamadero”.
Recorrido vital por la estética y
filosofía del Nietzsche demasiado humano, confesando en uno de dichos
textos: “Ved al niño entre gruñidos de cerdos, /desamparado, encogidos
los pies. /Tan solo le salen lloros sin cuento, /¿sabrá erguirse y andar
alguna vez?”. Poemas llenos de interrogantes. En la medida que el
filósofo ajusta su enfoque del mundo, decrecen el tono y las palabras
del poeta sin que por ello lo lírico, como tal, deje de cumplir su
intención literaria.
En cada verso, estrofa y poema, se
gestaba la dionisiaca música discursiva de Zaratustra, plena de tropos y
figuras literarias en rica mezcla de arcaísmos, etimologías y rimas de
reconocida riqueza dialectal. ¿Dónde clasificar, por ejemplo, este
chirriador final de estrofa, entre jitanjáfora y borborigma?: “¡Pitas,
titas, /pi, pi, pi; / titas, pitas, /pi!”. ¿Presentía Friedrich su
desvarío, como aquella tarde cuando junto al mar gritó iracundo,
utilizando voces análogas para increparle por su bramido a las olas? Hay
que leer al poeta lacerado, para entender mejor al filósofo, Ecce homo
fundido entre palabras con lodo y relámpagos.